Me llamó la atención una noticia publicada días atrás en el diario ABC, que llevaba por título “Periodismo y rigor frente a la ‘dictadura del algoritmo’ y a los gigantes digitales”. No deja de ser otra forma de aludir a cómo en Hispanidad hemos catalogado, reiteradamente, a Google: parásito, ladrón y censor de la prensa.
Parásito porque Google -lo mismo que Facebook o Twitter, dicho sea de paso- no hace noticia alguna: vive de las noticias que hace la prensa.
Ladrón, porque, encima, aprovechándose de ese trabajo ajeno, le ha quitado a la prensa aquello de lo que vive: la publicidad.
Censor porque, además, da pábulo a las noticias que le vienen en gana y margina las que no coinciden con sus tópicos, es decir, promociona aquellas noticias acordes con su ideología políticamente correcta: la del Nuevo Orden Mundial (NOM).
La prensa española vive en permanente síndrome de Estocolmo ante el secuestrador Google, su parásito, su ladrón y su censor
Con la pandemia, y la coña de los verificadores de bulos, la tarea censora de Google se ha multiplicado de forma alarmante. Los expertos en marketing digital -dichoso SEO- te aconsejan “caerle bien a Google”. Es decir, síndrome de Estocolmo en estado puro: alaba a tu secuestrador, no vaya a ser que, de otra forma, te quite la vida. Sé una víctima convencida de que tu verdugo, en el fondo, no es tan mal chico.
Sí, algo ocurre con la prensa española. Google modificó su algoritmo la noche del 4 de diciembre de 2020. Es decir, cambió su índice de búsqueda y ha hecho caer en picado el número de lectores digitales de nuestros periódicos. Algunos técnicos hablan de que, esa noche, la prensa española perdió más de la mitad de sus lectores. Han pasado 9 meses y aún estamos recuperando la pérdida, con mayor o menor éxito.
¡Ah!: las páginas de Google que más subieron esa noche triste fueron las de búsqueda de empleo -empleos cutres ¿eh?- y las WEB pornográficas. La prensa digital española se derrumbó. Pero nadie se atrevió a poner a Google en la picota. Silencio total. Miedo a Google.
La noche de 4 de diciembre de 2020, la prensa digital española se derrumbó. Pero nadie se atrevió a poner a Google en la picota. Silencio total
Por cierto, ¿qué criterios constituyen el cambio de Google? Tienes que adivinarlos, amigo, que Google no te los va a desvelar. Está muy ocupado, robándote tu publicidad.
Por todo ello, digo que me ha hecho ilusión la noticia del ABC, publicada el 11 de septiembre. El director editorial del Vocento, Fernando Belzunce, se atrevió contra Google en el discurso del fin de curso de Master de ABC. Por de pronto, le recordó a Google que ellos no hacen noticias pero sí pueden destruir (todo el mundo busca por Google) las noticias de los demás: “dictan las reglas del mayor mercado de contenidos de la historia sin tener siquiera contenidos propios”, asegura, con toda razón, Belzunce. Y concluye: “nunca fue tan fácil acceder a la información y nunca la sociedad estuvo tan desinformada”. Yo añadiría, ni tan censurada por los gigantes digitales.
La solución es doble:
1.Exigir a Google, por ley o por tribunales, que pague lo que ahora roba: la información de los medios.
2.Que surjan más Googles, que se ha convertido en un repugnante monopolio planetario.
3.El tráfico directo, es decir, volver al periodismo que siempre fue.
Recuerden que el éxito de Trump y Bolsonaro es que se hicieron la siguiente reflexión: la mayoría de los multimedia son progres, por lo que apoyarán a los multimedia del sistema. Debemos saltar por encima de los medios e ir directamente al público, a través de las redes sociales. Por eso, el Nuevo Orden Mundial (NOM) ha presionado a las redes sociales para que censuren a Trump y a Bolsonaro.
Los medios deben saltar por encima de Google, de Facebook y de Twitter, e ir directamente al lector.
El algoritmo de Google no es inteligencia artificial: es mala leche de lo más natural, tremendamente humana
Pero el más peligroso es Google porque encima tiene la osadía de asegurar que su algoritmo es inteligencia artificial sin intervención humana y que, por tanto, no se le puede catalogar de censor. Mentira gorda, gordísima: la inteligencia artificial (si es inteligencia no es artificial, si es artificial no es inteligente) de una máquina no es más que los criterios que una inteligencia natural, la de un hombre, le ha introducido previamente. La máquinas no piensan pero una vez que les han introducido un criterio lo ejecutan a mayor velocidad y con más rigor que el hombre. En el caso de Google, censuran mejor.
Por cierto, otro punto a favor de Belzunce: ha hablando de la tontuna del rigor, pero también ha recuperado el término “verdad”. Porque el periodismo no tiene que ser riguroso, tiene que ser sincero. Riguroso es el algoritmo de Google, el gran hermano censor.