Las 2.935 personas afectadas por el ERE son sólo el principio del ajuste que pretende llevar a cabo el BBVA en el corto y medio plazo. En realidad, el objetivo del banco que preside Carlos Torres es mucho más ambicioso y consiste en reducir la plantilla en unos 11.200 empleados durante los próximos tres años. En ese periodo, la entidad pasará de los 27.000 empleados que tiene actualmente en España, a menos de 16.000.
Una cifra nada descabellada si tenemos en cuenta que Torres, cuando era consejero delegado, aseguró que el banco podía funcionar perfectamente -gracias a la digitalización- con 1.000 oficinas en nuestro país. Ahora tiene alrededor de 2.600, y el actual ERE supondrá el cierre de 480.
En otras palabras, todos los que no salgan ahora del banco lo harán en próximos ajustes. Y lo peor de todo: las condiciones serán cada vez menos favorables para los que abandonen la entidad.
Así se explica que las adhesiones voluntarias al ERE actual sobrepasen en más de 1.500 las previstas en el acuerdo. Eso, hasta este martes, víspera del cierre del periodo voluntario -miércoles 30- para el personal de los servicios centrales, de los centros corporativos y de las estructuras intermedias. El resto de empleados, los de la red de oficinas, tienen de plazo hasta el 12 de julio. No sería extraño, por lo tanto, que el número de adhesiones sobrepasara finalmente las previstas en unas 2.000.
Por cierto, una de las condiciones que se negó a aceptar el banco cuando comenzó a negociar el despido colectivo fue la de no acometer un nuevo ajuste en un plazo de tres años. Ahora conocemos el motivo de su rechazo: es justo el periodo de tiempo en el que prevé reducir drásticamente la plantilla.