A lo mejor es hora de recordarlo: las cajas de ahorros no cayeron porque fueran menos rentables o estuvieran peor gestionadas que los bancos. Eso es una leyenda de la gran banca que estaba feliz con quitarse un competidor de encima e incluso con dar espléndidos pelotazos. Fue Luis de Guindos quien puso a las cajas de ahorros contra las cuerdas pero conste que el PSOE de Zapatero ya había iniciado el proceso, tras la crisis financiera de 2008.
El gobierno Rajoy sólo aprovechó la marea general en todo Occidente, consistente en exigir a los bancos más y más recursos propios para evitar insolvencias. Naturalmente un buen banco no es aquel que tiene mucho capital sino aquel que tiene poca morosidad, pero podía obviarse ese pequeño detalle: más y más recursos propios y claro, las cajas de ahorros no tenían capital, no eran sociedades anónimas, por lo que no podían acudir a la ampliaciones de capital. Su forma de cumplir los requisitos de capital se hicieron onerosas, casi imposibles. Recuerden aquellas participaciones preferentes que el diablo confunda, demasiado onerosas. Los cajeros no eran peores gestores que los banqueros y las cajas no las hundió la mala gestión sino los gobiernos y los reguladores.
Al final, se generalizó la obsesión de que los bancos grandes eran los únicos que podían sobrevivir. Llegaron las fusiones que no mejoraron la rentabilidad sino reduciendo gastos, empleos y oficinas: empeoró el servicio bancario pero no aumentó la rentabilidad.
Con ello, de paso, mermó la propiedad familiar (les recuerdo que ahora mismo los Botín apenas alcanzan el 0,50% del capital del Santander) y lo peor: se impuso el paradigma de que sólo lo grande sobrevive.
Un axioma bancario, verdaderamente tonto pero contra el que, aún hoy, parece imposible luchar: un banco grande es un buen banco, uno pequeño es inviable. ¿Por qué? No se sabe. Es más cuando se piensa que la actual crisis bancaria (que no es crisis de bancos sino de deuda pública) ningún banco español ha caído, aunque todos han sufrido el contagio bursátil de las caídas de bancos americanos. Es más, no sólo están ligados a la crisis de deuda soberana, la creada por políticos irresponsables que endeudan a sus ciudadanos para mantenerse en el poder, sino que los bancos españoles van reduciendo su dependencia del Banco Central Europeo (BCE). Podían volver a ser cajas de ahorros y de hecho ahora no son las cajas las que imitan a los bancos sino justo lo contrario.
Ibercaja no cotizará en bolsa, continuará aragonesa e independiente, aunque eso le imposibilite para crecer de forma inorgánica
Volvamos a Ibercaja, que pretende mantener su espíritu cajero y que, con un poco de suerte, se convertirá en la única entidad financiera-caja de ahorros, casi en estado puro... con un balance superior a los 60.000 millones de euros. Una caja pegada a su territorio donde la Fundación, el espíritu cajero, controla el 88% del capital.
La novedad es que Manuel Pizarro, el alma mater del espíritu cajero de Ibercaja ha conseguido vencer cualquier resistencia a su proyecto de que Ibercaja sea, probablemente la única entidad española, junto a las diminutas de Onteniente y Pollensa, en mantenerse en las coordenadas mutuales: no cotizar en bolsa y, además, constituir el draconiano fondo de reservas que el Gobierno Rajoy impuso a la cajas de ahorros si no querían verse forzadas a convertirse en bancos. Pues bien, lo cierto es que Ibercaja se ha empeñado constituir dicho fondo y lo conseguirá, probablemente este mismo año. Ya nadie habla en Ibercaja de salir a Bolsa o de forzar acuerdo con otros bancos, o de vender activos.
Ahora bien, como se demuestra en el análisis de resultados correspondientes al primer trimestre, la entidad que preside Francisco Serrano Gil de Albornoz, y cuyo primer ejecutivo es el Ceo Víctor Iglesias, lucha contracorriente en este empeño.
¿Cuál es el problema? pues que el fondo de reserva exige dotaciones fortísimas que impiden una expansión acelerada, ya sea geográfica o funcional.
Y luego está el impuestazo de Pedro Sánchez a bancos y eléctricas. Ojo: el impuesto bancario hace más daño a las entidades medianas que a las grandes, porque el margen de intermediación de un banco pequeño es mucho más ortodoxo y menos especulativo que el de un banco grande. Y así, en Ibercaja, el absurdo impuesto sobre los ingresos, se ha llevado un tercio del beneficio.
El impuesto bancario hace más daño a los medianos que a los grandes y se ha llevado un tercio del beneficio de Ibercaja
¿Estamos viviendo la resurrección del espíritu cajero? A lo mejor eso es mucho decir, pero el origen de esa 'pequeña' revolución puede ser Zaragoza. Su protagonista es su expresidente y alma nutricia del proyecto: Manuel Pizarro. El actual presidente de Ibercaja, Francisco Serrano y el Ceo, Víctor Iglesias, antes mencionados están perfectamente alineados con él en la misma intentona de mantener a Ibercaja con el espíritu propio de una caja de ahorros, cuanto más lejos del parqué, mejor.
Y ojo, porque el espíritu cajero puede ser contagiosos. Entidades como Caixabank, Unicaja o Kutxabank aún sienten atracción por ese espíritu mutual que no reniega del beneficio sino del dividendo.