Xavier Niel no descansa. Al multimillonario francés, fundador y dueño de Iliad, competencia de Orange en Francia que opera bajo la marca Free, le encantaría entrar en España. Dinero no le falta -su fortuna personal alcanza los 6.500 millones de dólares, según Forbes- y ganas, tampoco. Ya lo ha hecho en mercados como el italiano y el polaco, con sendas filiales de Iliad, en Mónaco con Monaco Telecom, en Irlanda con Eir y en Suiza con la compra de Orange Suiza, a la que renombró Salt. Además, posee el 2,5% del grupo Vodafone, que adquirió hace poco más de un año por unos 700 millones de euros.

Niel también destaca por su amistad con Emmanuel Macron, por tener como socia, en un sentido amplio, a Delphine Arnault, hija de Bernard Arnault, presidente de Louis Vuitton y uno de los hombres más ricos del planeta, y de extender su imperio más allá de las telecos, comprando una participación significativa del diario francés LeMonde al empresario checo Daniel Kretínsky.

Ahora, tras intentar hacerse con Neil apunta al sector teleco en España, incluidas las dos grandes -en el Grupo Vodafone ya está-, Telefónica y Orange, esta última en plena fusión con MásMóvil. El problema de Neil es que allá donde va la lía porque quiere mandar. No se conforma con tener una participación financiera y esperar dividendos. Él quiere dejar su impronta y más de uno ya se ha quejado de eso precisamente, de su impronta.