Ayer, en Pamplona, la viuda de uno de los dos guardias civiles asesinados por los narcos en Barbate, cuando trataban de interceptarlos, se negó a que el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, depositara una medalla sobre el féretro de su marido. La viuda alegó que eso (Marlaska imponiéndole una medalla) su marido no lo hubiera querido. Los presentes, además, aplaudieron a esa valiente mujer. Esta escena refleja perfectamente el malestar de la Guardia Civil --y de la sociedad española en general-- con un ministro (y un Gobierno) que hacía poco había desmantelado una unidad de élite del cuerpo para luchar contra el narco en Cádiz.
También en Pamplona la presidenta de Navarra María Chivite (PSOE) pudo escuchar algún grito referido a ella ("falsa"), una Chivite que ha impulsado que la benemérita desaparezca de las carreteras navarras. Y no hay mucho más que añadir...
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