Pedro Sánchez dijo ayer que se toma cinco días de reflexión sobre su futuro, tras judicializarse el caso de su esposa Begoña Gómez, por presuntos tráficos de influencias en sus relaciones comerciales y profesionales. Pero a estas alturas de la película, y conociendo al personaje, poca gente en su sano juicio cree que vaya a dimitir. Al contrario: se trata de una operación para autoimpulsarse, haciéndose la víctima. Al parecer, el presidente del Gobierno se acaba de enterar de que en una democracia todo el mundo debe rendir cuentas si sus actividades, presuntamente, no son lícitas...
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