• La generación más informada de la historia no ha alcanzado la felicidad.
  • Demasiada desesperación en el mundo rico, demasiada violencia en el mundo pobre.
  • En 2017 se cumple el centenario de las apariciones de Fátima, cuando probablemente comenzó el fin de la historia.
  • El hombre necesita de Dios y Dios ha querido necesitar del hombre.
En 2017 se cumple el centenario de las apariciones de Fátima. Las fechas no tienen por qué decir nada, pero el Señor de la Historia no crea el calendario, crea personas libres, y las libertades entrecruzadas de sus criaturas y su oración, así como la Gracia, es lo que llamamos Providencia. Lo que quiere decir que no hay que buscar la cábala pero tampoco conviene olvidar los signos de los tiempos. Y es que el fin de la historia comenzó, probablemente, en Fátima, hace cien años. Fue cuando Santa María asume el papel de corredentora de la humanidad y es entonces, cuando, en la sociedad más tecnificada, ergo, más ordinaria, se empieza a multiplicar lo extraordinario, que ha sido la marca del siglo X y la del XXI. La salvación siempre viene por María y la Gran Tribulación es la era de la Madre, justo cuando la Iglesia, como resumiría Juan Pablo II, es más mariana que petrina. Lo que está claro es que el mundo no puede aguantar así, ergo no va a aguantar así. Como recuerda Francisco, vivimos en la III Guerra Mundial sólo que por etapas, por trozos. El mundo que entra en 2017 no se sostiene. Triste paradoja: la generación más informada de la historia no ha alcanzado la felicidad. Existe demasiada desesperación en el mundo rico, demasiada violencia en el mundo pobre. Los miserables reaccionan con violencia, me temo que en ocasiones justificada, dada la tragedia en que se desenvuelven sus vidas. Y en el mundo rico, en Occidente, en el área OCDE, reina la melancolía, fruto de la desesperanza. Ahora resulta que la sociedad más informada de la historia no se ha realizado y que el dinero, chistes aparte, no trae la felicidad. Y a lo mejor la culpa no la tiene el dinero sino la codicia que se muestra insaciable. Y junto a la desesperanza, confusión, mucha confusión. La mentirosa idea de progresos ha estallado en mil pedazos y nos obliga a volver atrás, no hacia un nivel tecnológico inferior –eso sería una necedad- sino volver a Dios, señor de la esperanza. Porque el hombre no puede dar razón de su existencia ni de su permanencia en la existencia. El hombre necesita de Dios y Dios ha querido necesitar del hombre. Eulogio López eulogio@hispanidad.com