La sede central de Vox en Madrid, ubicada en la madrileña calle de Nicasio Gallego, fue atacada durante la madrugada del jueves. El propio Santiago Abascal ha querido quitarle importancia al hecho y es verdad que los desperfectos han sido escasos pero también lo es que, en vísperas electorales, resulta significativo que un asunto así pase desapercibido. Porque un asunto así solo puede pasar… interesadamente inadvertido.
Y es que Vox, con todos los defectos de sus líderes, que son muchos, se ha plantado como la alternativa a los cuatro líderes que, como cuatro papagayos –según el tuit de Santiago Abascal- tienen en común su relativismo progre (nada es verdad ni nada es mentira), ya sea con forma de izquierdas o de derechas. En efecto, por mucho que se insulten, resulta difícil encontrar las diferencias.
El relativismo es lo que une a los cuatro grandes partidos parlamentarios: PP, PSOE, Podemos y Cs
Y sí: el único partido alternativo, distinto, y el que, en teoría, no sé si en la práctica, se atiene a los principios cristianos, es Vox. Los otros son progres de derechas o progres de izquierda, pero progres a fin de cuentas.
Las elecciones del domingo serán decisivas para España, dado que si Sánchez repite en Moncloa, se disparará la cristianofobia y el guerracivilismo.
Insisto: el relativismo es lo que une a los cuatro grandes partidos parlamentarios. Consideran que todo principio moral es intolerante y un atentado contra el pluralismo. Por esa razón, la portada de El País, la última posible, del viernes 26 de abril, era propaganda socialista. Estaba dedicada a Pedo Sánchez con una contradicción de libro en portada: por una parte, asegura Sánchez, entrevistado por Soledad Gallego-Díaz, que ha puesto Prisa de nuevo al servicio del PSOE, que el peligro de que gobierne la ultraderecha en España es claro. Es esa ultraderecha que sufre ataques en su sede pero que, según Sánchez, es sinónimo de violencia mientras su progresismo es feminista y pacifista. Pero, al mismo tiempo, asegura Sánchez, pactar con Podemos no supone ningún problema. Es decir, que la presunta extrema izquierda no es un problema antidemocrático, mientras la presunta extrema derecha sí lo es. Curioso.
El frentismo comienza cuando no se le concede al adversario ni la presunción de que esté actuando con rectitud de intención
Estos son los mimbres históricos del frentepopulismo y el guerracivilismo: los míos son demócratas y respetables, los otros no, y deben ser reprimidos. El guerracivilismo comienza cuando no se le concede al adversario ni la presunción de que actúa con rectitud de intención.
Y, naturalmente, el sustrato de la progresía, tanto de izquierdas como de derechas, es su cristofobia y su cristianofobia. Porque el cristiano sí cree en algo y en alguien. Es decir, que para gente como Pedro Sánchez, pero también para otros como Albert Rivera, es un intolerante y un antidemocrático.
Desconocen los progres que sólo hay dos tipos de personas, los dogmáticos que saben que lo son y los dogmáticos que no saben que lo son.
Una campaña y dos Españas: la que ve la TV y la que se informa por Internet. La primera está controlada por la progresía, en la segunda todavía hay posibilidades de discrepancia. Y en el trato directo, en el cara a cara, mucho más. Por eso Vox triunfa en los mítines, es fusilado en televisión y se mantiene en liza en Internet.
Está claro que es la única alternativa posible.