• Los bancos se sienten engañados porque el grupo presenta sólo un plan industrial y no la solución financiera.
  • Y claro, sin solución financiera, Abengoa no puede acceder a la línea de liquidez necesaria para sobrevivir.
  • La empresa pretende vestir un santo para desvestir a otro, en favor de los bonistas y en perjuicio de los bancos.
  • Una cosa está clara: las garantías de Atlantica Yield no pueden cubrir la deuda de bancos y bonistas, al mismo tiempo.
  • Pero ahí está la otra pelea: los fondos piden a los bancos que liberen parte de las garantías en la sabrosa filial.
  • Es decir, Abascal insiste: Abengoa puede llegar a marzo si la banca libera 83 millones de las garantías de Yield y los bonistas prestan 150 millones.
  • Y todo esto con el horizonte más negro: si llega al concurso, bonistas y bancos recuperarían sólo 600 millones, menos del 10% de la deuda.
Abengoa no ha atajado todavía su gran problema, la deuda, de cuya solución depende todo lo demás. Llamen como quieran a esas maniobras de distracción con las que el equipo de José Domínguez Abascal (en la imagen) quiere ganar tiempo. Pero ¿tiempo para qué? Y es ahí donde el cabreo de los bancos crece. Una cosa está clara: por mucho que Abascal se haga el remolón, no podrá acceder a la línea de liquidez que necesita hasta que presente un plan financiero, que es justo lo que no hizo en la reunión de este miércoles, 3. Únicamente presentó un plan industrial, pendiente de lo otro. En otras palabras, sin los dos elementos, no hay plan de viabilidad que valga. Se necesitan mutuamente para avanzar, como avanzan también los días con una fecha límite en el horizonte, el 27 de marzo, día en que expira el preconcurso de acreedores. Por ese motivo, la banca ha marcado en rojo en su calendario negociador el próximo martes, 9. Si ese día Abengoa no les presenta un plan financiero en condiciones (con los datos sobre la deuda sostenible y la deuda capitalizable) van a sentiste más engañados que hasta ahora. O sea, mucho. Y en consecuencia no accederán a ninguna de las peticiones planteadas tanto por la empresa como por los bonistas. Unan a ese ultimátum un pliego de descargos que incluye, por ejemplo, que Abengoa no haya hecho ninguna quita a los proveedores, algo inconcebible para los bancos, o que se plantee quitas muy diferentes entre unos y otros, a peor en el caso de los acreedores. No les voy a cansar mucho más, pero es necesario entrar en la filial americana Atlantica Yield, a propósito de la cual hay un duelo en toda regla entre los bancos y los bonistas (pongan ahí fondos como BlackRockInvesco, CentebrigeVärde PartnersEton Park o  Elliott International). La razón de ese enfrentamiento está en la liberación de las garantías sobre esa filial. Los bonistas, y Abengoa, piden a los bancos que liberen 83 millones pignorados a cambio de una línea de liquidez de 125 millones de euros. Esa pignoración les asegura el derecho a cobrar. En resumen, lo que los bonistas y Abengoa piden a los bancos es que renuncien a parte de su aval. ¿Por qué? Porque los bonistas lo exigen para ponen poner sobre la mesa otros 150 millones de euros. Dicho en plata, lo que los bonistas quieren es que la banca les ceda su garantía en Yield y que los bancos se queden sin su mejor aval. La bofetada para la banca, por tanto, sería doble, y llueve sobre mojado sobre el mosqueo de la banca con los bonistas y con Abascal. Por una un lado, renuncia a su garantía, lo que supondría no recuperar el dinero. Y a eso, encima, se une que los 150 millones que tanto ansía Abascal serán prestados por los fondos a un tipo de interés usurario: el 25%; lo cual, a su vez, agravaría el apalancamiento de Abengoa… cuyo principal acreedor es la propia banca. Ahora bien, si la banca no accede a esa petición -en eso andan ahora las negociaciones- Abengoa no tiene un plan B. En otras palabras, todo se volvería a estancar de nuevo, aunque Abengoa no contempla esa posibilidad. El presidente de Abengoa sostiene que el grupo puede llegar a marzo con los 83 millones y el préstamo de 150 millones de los bonistas. Y sostiene también Abascal que con su plan de concentrarse en las actividades de ingeniería y construcción trabajando para terceros, no será necesario presentar concurso de acreedores. Con esa posibilidad, a su juicio, quedarían en cuestión el valor de la empresa, que se reduciría, y también la capacidad de devolver deuda sin proyectos propios. El concurso sólo supondría recuperar unos 600 millones de euros, menos del 10% total de la deuda que se reparten entre bancos acreedores y bonistas. Otra cosa es que repercuta a todos por igual. Los más perjudicados serían los bonistas. ­Rafael Esparza rafael@hispanidad.com