La pandemia del coronavirus ha colocado a las aerolíneas de todo el mundo al borde de la quiebra, como bien saben, y así se puede ver en los resultados de Ryanair de su primer semestre fiscal (abril-septiembre). Y es que ha tenido unas pérdidas de 410 millones de euros, las primeras de su historia en un periodo que incluye la temporada estival, que es normalmente la más alta, porque el verano ha sido negro y ojo, porque prevé un mal invierno. Un verano negro, aunque lo peor lo vivió entre abril y junio, coincidiendo con los meses más duros del Covid y de confinamiento en Europa.
Esto ha repercutido en los ingresos de la low cost irlandesa, que se han desplomado un 78%, hasta 1.176 millones. Y es que tuvo al 99% de sus aviones en tierra, pues voló al 50% de su capacidad y con una ocupación en torno al 70%, transportando a 17 millones de pasajeros, un 80% menos que hace un año, cuando la cifra fue de 85,7 millones. Por su parte, los gastos se han situado en 1.353 millones (-67%) tras el ajuste en costes de personal.
A pesar de que Ryanair mantiene una buena posición de efectivo (unos 4.500 millones) y no prevé cerrar más bases, no tiene buenos pronósticos para el invierno: estima que el tráfico caiga un 75% y registre pérdidas récord por la segunda ola del coronavirus y las medidas de restricciones y confinamientos que se están poniendo en marcha en distintos países. Y parece que la recuperación del sector aéreo durará años, como ya se ha dicho, porque la low cost que dirige Michael O’Leary prevé que su capacidad sea entre un 50% y un 80% inferior en el verano de 2021.