Alberto Garzón (en la imagen), el líder del viejo Partido Comunista de España (PCE) ha ofrecido a los ‘indepes’ de Quim Torra una república española federal donde los catalanes puedan elegir entre quedarse o marcharse. Naturalmente, don Quim ha acogido la propuesta con entusiasmo.
Con ello, el comunista Garzón compromete al neocomunista Pablo Iglesias, perdido en la contradicción de que los catalanes decidan pero que decidan quedarse. Y compromete también a sus otros aliados, los del Frente Popular, pues ahora mismo tanto Cataluña como el conjunto de España tienen algo en común: ambas están gobernadas por el frentepopulismo. En el caso español, por un frentepopulista con corbata, llamado Pedro Sánchez.
No se trata de pelear contra la monarquía católica por monárquica, sino por católica
En cualquier caso, la propuesta de Garzón y la buena acogida separatista demuestra lo que llevamos repitiendo en Hispanidad desde hace años: Cataluña jamás será independiente de España porque no lo permitirán los catalanes españoles ni el sentido común. Ahora bien, lo que sí puede lograr el majadero separatismo catalán es algo mucho más grave: podría provocar una guerra civil en España, un enfrentamiento civil generalizado en todo el país, que será, además, no una guerra entre izquierda y derechas, sino una guerra de todos contra todos, dado que aquí se mezclan ideologías con identidades.
Y dado que hablamos de formas de Estado, recordar que no se trata de combatir a la monarquía española por española, sino por católica.
Ahora mismo, la política catalana y la de España coinciden en una cosa: en ambas gobierna el frentepopulismo
Para el separatismo catalán, la independencia se ha convertido en un ídolo, y su lucha en una religión. Pero la Biblia demuestra que Dios es celoso y no admite a los baales. Porque el problema de muchos catalanes es que la independencia se ha convertido en su creo religioso. Y el fanatismo consiste en eso: en deificar a lo que no es Dios… aunque se trate de algo nobilísimo.