La multinacional americana Alcoa anuncia por sorpresa el cierre de sus plantas de Avilés y La Coruña, dando como principal razón el precio de la luz, demasiado cara, una pieza esencial en la producción de aluminio. No se cree, por tanto, a la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ni en los anuncios para corregir la tarifa, como el parche de una suspensión temporal (por seis meses) del impuesto del 7% a la generación.
Contundente anuncio por el calado que implica: envía al paro a 686 empleos directos, que subirá a muchos más por los efectos colaterales. Y para los gobiernos regionales afectados, una medida entre insólita (Javier Fernández) o muy mala (Núñez Feijóo), por las razones dadas.
La amenaza de Alcoa con el cierre de las dos plantas es constante desde 2014 y siempre con la misma excusa
La americana ha puesto desde 2014 siempre la misma excusa, el coste de la energía, para justificar los despidos. De hecho, se ha aprovechado de las subastas de interrumpibilidad, bonificadas porque en ellas se acepta detener el servicio cuando hay picos de demanda. Ahora, repite el mismo motivo por el que ya chocó con José Manuel Soria y que pondrá de uñas a la ministra de Industria, Reyes Maroro, que tiene reciente, encima, el cierre la fuga de la subvencionada Vestas de León. El ministerio ha mostrado en comunicado su "sorpresa y preocupación" porque en los contactos de tres meses, Alcoa no informó nunca "de que podía adoptar una decisión en este sentido".
Alcoa ha supeditado su presencia en España a las compensaciones y mantiene como única planta la de San Ciprián (Lugo). La americana ha comunicado los cierres a los comités de empresa, aunque había informado previamente de la clausura al comité europeo.
La americana está acostumbrada a las compensaciones del Estado mediante subastas de electricidad bonificadas
Hay que tener en cuenta, además, que Alcoa compró en 1998 al Estado, en condiciones muy ventajosas, la compañía pública Inespal. La operación se firmó por 400 millones de dólares, pero no pagó 200 de ellos, cancelados como deuda, y a eso unió, encima, un contrato eléctrico que agarró durante años al Estado (mediante la tarifa G-4). Ha hecho lo mismo en Italia, donde cerró por igual motivo la planta de Portovesme.
La diferencia ahora es que ha pasado a la acción con las dos mismas planteas que ha amenazado con cerrar desde 2014, con cierres temporales mientras y con las plantillas pendientes del próximo ERE.