- Con un regulador europeo empeñado en aumentar las exigencias de recursos propios, el Santander no está para ir de compras.
- Otra cosa son las adquisiciones de bancos medianos españoles, pero eso no será posible hasta que se sepa el nuevo Gobierno.
- Precisamente, el grupo aprovechó el Día del Inversor para reorganizar el banco por países, con más autonomía de los country managers.
Jueves 24 de septiembre. Segunda y última jornada del
Día del Inversor del
Santander, celebrado en Londres. Jornada en la que, además del
estreno de Jaime Pérez Renovales ante los analistas de la City –el 30 de junio,
Ana Botín (
en la imagen) 'recuperó' a Renovales, hasta entonces en la subsecretaría de la Presidencia, a las órdenes de Soraya Sáenz de Santamaría-, hemos sabido que la presidenta del primer banco español descarta crecer de manera inorgánica, esto es, comprando otros bancos.
"Tenemos un gran potencial para crecer con nuestros actuales clientes, por eso no necesitamos hacer compras", ha señalado en una entrevista a la agencia Bloomberg. Claro que no hará nuevas adquisiciones. No puede hacerlas. Con un regulador europeo empeñado en aumentar cada vez más las exigencias de recursos propios, el
Santander no está para salir de compras.
Pero no se equivoquen. La situación afecta a todos los grandes bancos españoles, por otra parte, los mejores de Europa. Dicho de otro modo: no es que el
Santander vaya mal, sino que debe centrar sus esfuerzos en aumentar los recursos propio –se lo exige el regulador europeo- en lugar de emplearlos, por ejemplo, en aumentar su tamaño comprando otra entidad.
Ahora bien, no hay que confundir estos movimientos con las adquisiciones de bancos medianos españoles, impulsadas por el Banco de España con el apoyo inestimable del Banco Central Europeo. Son cosas distintas. Para empezar, lo que persigue el BdE, con Linde a la cabeza, no es que los grandes aumenten su tamaño, sino que se reduzca la capacidad instalada del sector en nuestro país, es decir, que se cierren oficinas y se eche al personal sobrante.
Estamos hablando, por tanto, de operaciones más políticas que financieras. Sus consecuencias también lo son: expedientes de regulación de empleo, por ejemplo, o, lo que es más complicado aún, echar a los consejeros y directivos de las entidades adquiridas. A ver quién es el valiente que le dice, por ejemplo, a Carlos Egea, que debe abandonar la presidencia de BMN, cuyo máximo accionista es el Estado. Desde luego, resulta impensable sin el apoyo del Gobierno.
Por eso, las fusiones bancarias en España –el grande se come al mediano- no comenzarán antes del uno de enero próximo o, si lo prefieren, antes de conocer al nuevo Ejecutivo que salga de las elecciones generales de diciembre.
En resumen: el
Santander –como el resto de entidades españolas- no comprará bancos grandes fuera de España porque, con las crecientes exigencia de capital, no está como para hacerlo. Y para ver cómo los grandes se comen a los medianos en nuestro país, habrá que esperar a la siguiente Legislatura.
Para lo que sí ha aprovechado
Botín el
Día del Inversor es para reorganizar el
Santander al modo de César Alierta en Telefónica. Es decir, ha dado más autonomía a los países y más poder a los country managers. Ganan todos menos España, que
se homologa al resto de países, y ya no llevará la gestión financiera global del grupo.
Pablo Ferrer
pablo@hispanidad.com