Ya sólo queda eso en el Partido Popular: las raíces cristianas, sólo las raíces. Pero, en nombre de la moderación, eso es lo que se combatía en el aquelarre perpetrado en la calle Génova, el miércoles 15 de julio.
Allí se vio a los tres presidentes de la Comunidad Autónoma de Galicia, Andalucía y Castilla-León enarbolar un tridente para pinchar a Pablo Casado. Era su momento. Feijóo ha triunfado en Galicia con la bandera de la moderación dejando sin escaños a Vox, el único partido no progre del Parlamento hacia el que Casado siente una tendencia natural.
Si Feijóo se convierte en el líder del PP, se constataría el enorme parecido entre la derecha pepera y la izquierda sociata: todos progresistas
Juan Manuel Moreno Bonilla exhibía su mejor y más forzada sonrisa en el aquelarre. Otro alfil de la moderación que ha terminado por implantar en las escuelas andaluzas el lavado de cerebro a los niños en pro de la ideología de género. Insisto, Moreno, aunque en materia de ideología de género, en poco se distingue de la izquierda podemita. Por ejemplo, promociona la corrupción de menores, que diría Abascal, de los niños andaluces… en materia de homosexualismo. Oiga, y gobierna con el aplauso de Vox y gracia a Vox. Es decir, en Andalucía, el PP ha aprendido a domesticar a Vox. Otro logro de la moderación.
Por su parte, el presidente de Castilla-León, Alfonso Fernández Mañueco, que gobierna gracias a Ciudadanos, festejaba el aquelarre con gritos a la moderación y a nuestro nuevo líder, un tal Feijóo. Mañueco es el mismo que en Castilla, la cuna de España, intenta destruir la objeción de conciencia médica ante el aborto, la última barrera del NOM para imponer el infanticidio, signo de nuestro tiempo, Y no, no ha sido el PSOE, ni Podemos, ha sido el PP castellano del moderado Mañueco.
Pablo Casado entona un canto a la moderación. Nada extraño: su cargo está en el aire tras su fracaso en Vascongadas
Y don Alberto ejercía como verdadero patrón. En primer lugar, con la jura de santa Gadea, en versión progre: forzó que Casado realizara un cántico a la moderación, que algún medio despistado interpretó con un pulso a Feijóo, por aquello de sostener que el PP siempre ha estado en la moderación.
No, era un juramento forzado, por Feijóo, en el que Casado se comprometía a no “parecerse a Vox”, el único partido cristiano de la Cámara, aunque ahora un tanto despistado, según el nuevo decálogo de moderación pepera, ese decálogo que puede acabar con el deseado pluralismo en España. Tenemos un partido progre de izquierdas, el PSOE, y otro partido progre de derechas, el PP.
A ambos les une su sólida crostofobia y ambos presumen de coincidir en la ristra de eufemismos del Nuevo Orden Mundial (NOM): ideología de género (feminismo y aborto que es lo mismo), diversidad (destruir la familia), sostenibilidad (destruir la propiedad privada) e igualdad (colectivismo forzoso). ¿Y cómo se llama toda esta macedonia cristófoba? Moderación, naturalmente.
En Andalucía, el PP ha aprendido a domesticar a Vox, en Galicia a derrotarlo. En Castilla León, el PP se funde con Ciudadanos
Feijóo es cobarde pero nunca desaprovecha una oportunidad para aumentar su poder… perdón, sus responsabilidades. Sabe que Casado ha fracasado en su alianza con Ciudadanos para Vascongadas (¿Acaso aliarse con un partido de centro no era moderación?) y sabe que ha triunfado al negarse a su alianza con Ciudadanos y al orillar a Vox, con una mayoría ajustada pero absoluta, en el Parlamento gallego.
Más vale que no se convierta en el líder del PP Aun no sé qué es mejor: el Casado que no se atreve o el Feijóo que ha abjurado, expresamente, de sus principios cristianos. Reconozco que no lo tengo muy claro.
¿Saben qué es lo más gracioso del centrismo pepero? Que si se impusiera Feijóo en Génova, si realmente el PP se ‘moderara’… Vox se dispararía. Ni los más tontos podrían dejar ya de ver el enorme parecido entre la derecha pepera y la izquierda sociata: progres de derecha y progres de izquierda.
Y todo esto ocurre por confundir moderación con mediocridad… que empiezan por la misma letra pero no son exactamente lo mismo. Fue un aquelarre sangriento... pero marcado por la moderación, no lo olvidemos.