Muchos políticos, reguladores, consejeros y directivos han pasado por la Audiencia Nacional, donde el juez José Luis Calama instruye la causa por la intervención del Banco Popular, perpetrada en la madrugada del 6 al 7 de junio de 2017. Pero ninguno ha resultado tan claro y revelador como Carlos Balado, periodista y portavoz y miembro del Comité de Dirección del Popular con Ángel Ron y Emilio Saracho. Desde luego ninguna declaración tan preocupante para el último presidente del Popular, Emilio Saracho.
Emilio Saracho: “quiero otro despacho, no quiero que se me meta el espíritu de Luis Valls por el culo”
Ahora hemos confirmado dos cosas:
1.Que Emilio Saracho llegó al Popular, no para gestionarlo sino para venderlo, para que su antiguo banco -JP Morgan- se llevara una sabrosa comisión por la venta y para colocarlo al Santander, no a otro.
2.Que para lograr su propósito -que incluía venderlo barato-, el mismísimo presidente de la entidad no dudó en destruir la reputación corporativa de la firma, el activo más importante de un banco.
Habría que añadir un tercero: la operación le salió bien y mal. Bien porque logró destruir el Popular, mal porque al final el Santander no se lo quedó barato sino regalado y a Saracho le quitaron de enmedio.
En cualquier caso, tras la declaración de Carlos Balado -jueves 22- ante el juez José Luis Calama se confirma que, en efecto, el último presidente del Banco Popular llegó al banco para venderlo barato… tras destruir su reputación. Por ello, Saracho cobró cinco millones de euros por cinco meses de trabajo.
La intervención del Popular precisaba que Emilio Saracho incumpliera su contrato: no podía hablar mal del banco… pero no se dedicó a otra cosa
Recapitulemos: Don Emilio se sienta en el despacho el 20 de febrero y desaparece el 7 de junio, aunque en teoría era presidente desde el 1 de enero de 2017. En su contrato figura que cobraría 4 millones de euros a la entrada -digamos en concepto de salutación y bienvenida- un millón de salario anual –firmó por cuatro años- y otros cuatro millones a la salida. Total 12 ‘kilos’. Eso sí, como sólo estuvo cuatro meses, y para que no le aplicaran el ‘claw back’ (penalización por malos resultados o bonus malos), como al resto de directivos del Popu, Saracho renunció -generoso que es él- a esos últimos cuatro millones. Total, que salió por cinco millones de euros por cinco meses de trabajo, a uno por mes… mientras arruinaba a todos los accionistas y bonistas. Los primeros, por valor de 1.300 millones de euros.
De postre, cobró 90 millones de euros de JP Morgan. Y miren por dónde, nada más llegar al Popular, que nunca quiso gestionar sino vender al Santander, otorgó el mandato de venta (perdón, mandato de análisis) a JP Morgan y a Lazard, el banco de inversión que lidera Jaime Castellanos, tío de Ana Botín, presidenta del Santander.
Nada más llegar, Emilio Saracho insistió en no ocupar el despacho de Ángel Ron, antes de Luis Valls: “No quiero que se me meta el espíritu de Luis Valls por el culo”, afirmó. El espíritu de Luis Valls era haber forjado el banco donde sus directivos cobraban menos… por conseguir el banco más rentable del mundo, que el precitado Valls calificó como “una caja de ahorros ilustrada”.
La intervención estaba programada. El resultado es que el modelo de resolución bancaria europea se reveló como un desastre. Tres años después continúa pendiente
Es decir, que le gustaba la banca doméstica, la que presta un servicio real al ciudadano, y no la especulativa banca de inversión… el mundo de Saracho.
Pero la declaración del jueves de Carlos Balado ante el juez dio para mucho más:
Emilio Saracho incumplió su contrato (ver documento adjunto), en el que aparecía, una obviedad, que no podría hablar mal del banco. Porque sí: Saracho utilizó a la prensa (el juez Calama, si reparamos en las preguntas formuladas durante toda la instrucción, parece muy interesado en este punto) para denigrar a su propia entidad. A la prensa y a sus propios directivos. Así, Saracho fichó a Miguel Scrig para que levantara alfombras y sacara trapos sucios. Scrig le dijo que el banco era perfectamente solvente y viable pero eso no era lo que Saracho quería escuchar.
En segundo lugar, Saracho, habla con un diario digital, El Confidencial, que el 11 y 12 de mayo, un mes antes de la intervención, publica que, según fuentes del Popular… el banco está quebrado. Saracho reacciona, consigue que retiren la alusión a la bancarrota pero ‘reconoce’ que el banco necesita una tercera ampliación de capital. Conclusión: empiezan los rumores-falsos sobre la situación del Popular y la retirada de depósitos.
Sólo que a Saracho le sale mal la jugada. Ana Botín, que, como adelantara Hispanidad realizó una oferta de entre 4.200 y 7.000 millones de euros por el Popular, sabe que ahora puede hacerse con él por un euro, con el empuje de la JUR -o sea, del BCE- y del ministro Luis de Guindos… y le dice a Saracho que ya no es interlocutor.
La intervención estaba programada y para ello había que mentir diciendo que el Popular estaba quebrado cuando no lo estaba. El resultado es que el modelo europeo de resolución bancaria se reveló como un desastre. Tres años después aún continúa pendiente.
Pero Saracho está forrado.