• Pero se está creando un ambiente muy parecido al de la Bankia prenacionalizada.
  • Y tampoco tiene que ser absorbido por otra entidad. Esa sería la mejor manera de exagerar sus problemas reales.
  • Es más, el Popular posee puntos fuertes. Entre ellos, una buena red de sucursales.
  • Pero está cundiendo el tópico de que se multiplican los agujeros y de que no hay otro remedio que vender.
  • Los agujeros ya estaban, sí, pero hasta ahora no se había cedido al fatalismo.
  • Y con ello, se está propiciando lo peor que podía pasar: la judicialización del proceso.
  • Lo lógico: jibarizar y mantener el esqueleto de la red.
  • Y alejar a los moscones. Por ejemplo, a FG.
El Banco Popular tiene salvación. No necesita ser absorbido por otras entidades ni troceado entre varias. De hecho, ese era el consenso del Gobierno español, el BCE y el BdE: se le dio a Saracho todo el año 2017 para hacer dos cosas: vender todo lo vendible y sanear, en parte con esas ventas, la cartera inmobiliaria. Porque eso es lo curioso: durante las últimas semanas ha surgido un curioso fatalismo en el banco, como si se tratara de un agujero sin fondos. Tiene agujeros, ciertamente, pero eran conocidos cuando se tomó esa decisión y cuando se puso a Emilio Saracho al frente. Sin embargo, el fatalismo ha cundido tanto en la entidad como en el sector, tanto en Emilio Saracho como en los reguladores. Decíamos ayer que hasta  el propio Guindos se quedó pasmado cuando se percata de que Saracho quiere trocear y vender. Eso no estaba previsto en el guión. En resumen, el caso del Popular recuerda al de la Bankia en los días antes de ser nacionalizada. El agujero de Bankia de Rato (¿Necesito recordarlo?) no era de 24.000 millones de euros. Eso era lo que se necesita para limpiar totalmente y asegurar un futuro lustroso… más a los políticos y a las instituciones que al nuevo equipo gestor. Con ese dinero se paga cualquier multa y se evitan conflictos. Y ojo, porque con Bankia ocurrió lo mismo que puede ocurrir con el Popular: lo peor: que se judicialice el asunto. Es decir, que se identifiquen los errores de gestión con delitos. Y puede haber errores pero no delitos. Ahora, con el Popular, se está mezclando todo. Por ejemplo, se está mezclando lo que son las provisiones con los recursos propios, la contabilización de pérdidas con las incertidumbres de futuro. Y así, ni Ron, ni Saracho, ni Luis Valls resucitado hubiesen conseguido enderezar el rumbo. Ahora, lo que se necesita es que Saracho aclare qué es lo que quiere hacer y que el regulador le respalde. Y que los cazadores de gangas, entre los que destaca FG, se queden quietecitos. Pero para despejar ese camino el primero que tiene que creérselo es el interesado: Emilio Saracho. Eulogio López eulogio@hispanidad.com