Los resultados de ABN Amro de los nueve primeros meses del año, publicados este miércoles, son malos. Y lo peor no fue que perdiera 99 millones de euros (en 2019 ganó 1.730 millones) y que tuvo que aumentar las provisiones por futuros impagos hasta los 2.083 millones de euros. Las dotaciones por el Covid, siendo millonarias, son pasajeras o, si quieren, extraordinarias.
El problema real surge cuando lo que cae es el negocio típico bancario (margen de interés y comisiones): los ingresos por intereses se redujeron un 8%, hasta los 4.510 millones, y las comisiones cayeron un 5%, hasta los 1.172 millones.
La entidad mejoró en el tercer trimestre, con un beneficio de 301 millones (un 46% menos que en 2019) y un aumento del 5% de la cifra de negocio, hasta los 2.207 millones, pero no fue suficiente para convencer al mercado: a media mañana, ABN Amro cae más de un 5% en bolsa.
En definitiva, los inversores no se acaban de creer la mejora de las previsiones de la entidad. “Se espera que los deterioros de todo el año estén por debajo de la orientación de 3.000 millones ofrecida en el segundo trimestre y más cerca de la orientación del primer trimestre, de unos 2.500 millones”, afirmó Robert Swaak, CEO del banco.
ABN Amro fue, como muchos otros bancos europeos, rescatado con dinero público tras la crisis de 2008. Todo un éxito: doce años después, el gobierno holandés sigue teniendo el 56,3% de la entidad a pesar de que fue privatizada en 2015. Recibió ayudas por 21.660 millones de euros y ahora capitaliza en bolsa 3.900 millones. Lo dicho: éxito rotundo.