BBVA anunció este lunes la venta de su filial de EEUU a PNC Financial Services Group por 11.600 millones de dólares (en euros, 9.700 millones), la mayor desinversión realizada por el banco en toda su historia. Por cierto, la aventura del BBVA en EEUU ha sido ruinosa. Compró por 10.400 millones de euros y ahora vende por 9.700 millones, excluidos posibles dividendos.
La operación es importante, pero no sólo por lo que significa para el banco que preside Carlos Torres, sino porque marca el final de un ciclo de la banca española. Dicho de otra manera, las entidades españolas han pasado de expandirse por el mundo a replegarse y hacerse más pequeñas. Una pena, porque nadie hace banca doméstica como las entidades de nuestro país. Estamos, pues, ante el final de un ciclo. Y es que, en el contexto actual de tipos de interés, a los bancos ya no les basta con reducir costes -despedir empleados- y tienen que vender activos. Hoy ha sido el BBVA, pero no será el único, ni el último, que lo haga.
Sea como fuere, el Santander se ha quedado como la única entidad extranjera que opera en EEUU como banco doméstico. Y lo hace de manera desigual: por un lado, su financiera, que cotiza en bolsa, marcha bien y, por otro, el banco propiamente dicho que aún tiene aspectos que mejorar. El Santander cuenta, además, con negocio de banca privada en la zona de Miami.
La reacción del mercado ha sido brutal y BBVA se ha disparado más de un 18% en bolsa. Cuidado, porque es una reacción envenenada. Es decir, aplaude, no porque haya anunciado que crece, sino por todo lo contrario, porque se hace más pequeño. Aplaude, en definitiva, porque la banca española está en regresión.
Lo mismo ha sucedido con el Sabadell, que se ha disparado más de un 16% durante la mañana ante la posibilidad de una fusión con BBVA, extremo que el BBVA ha confirmado tras el cierre de mercado mediante un comunicado a la CNMV.
“Buscaremos utilizar el exceso de capital de la mejor forma para crear valor para el accionista”, ha señalado Torres durante la conferencia con analistas. De esta manera, el presidente del banco ha dejado la puerta abierta a participar activamente en fusiones en nuestro país y a reanudar la política de dividendo tan pronto como lo diga el BCE. Torres ha anunciado, además, una recompra “relevante” de acciones del banco, otra manera de aumentar el valor para los accionistas.
En definitiva, la venta de la filial de EEUU marca un antes y un después en el BBVA, cuya próxima salida podría ser Turquía. La situación allí es algo distinta: el banco no es malo, pero el país es un polvorín y la divisa, inestable. El problema allí es encontrar comprador.