Según las encuestas, Alberto Núñez Feijóo conseguiría mayoría absoluta en las elecciones gallegas del próximo 12 de julio. Hasta lo dice el CIS, señal de que, para ese gran sociólogo -lo digo en serio- que es José Félix Tezanos, tan sectario y manipulador como inteligente, el Sanchismo ya descuenta una victoria de Feijóo en Galicia.
No le gustaría que fuera por mayoría absoluta pero -y esto es más relevante-cuenta con la ambición del presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, para sangrar a Pablo Casado.
Núñez Feijóo no quiere presidir Galicia: quiere ser candidato a La Moncloa
Ahora bien, ¿quién es Alberto Núñez Feijóo? Pues, para decirlo rápido, es un progre de derechas, adscrito a esa derecha moderna que tanto alaba el Sanchismo, que tanto gusta al Gobierno frente populista. Esa derecha que juega en el terreno cultural y que posee la misma cosmovisión de la izquierda. Y claro los equipos que juegan a domicilio, en casa ajena, siempre están a la defensiva.
El pasado fin de semana, Feijóo se empeñó en invitar al desaparecido Mariano Rajoy y así apareció antes las cámaras: con Mariano a un lado y Pablo Casado al otro. Rajoy es todo un progre de derechas y, al situarle al mismo nivel que Pablo Casado, estaba encumbrando a Mariano y denigrando a Pablo.
El hombre de la gran creación, el PP-progre, era don Alberto. El hombre que va a imponer la progresía de derechas en el PP es Feijóo.
Descripción: el candidato del PP a la Xunta de Galicia es abortista, pro-LGTBI y no cree en la libertad de enseñanza de los padres a la hora de educar a sus hijos. Pertenece al grupo de ateos de hecho, que ni creen ni dejan de creer en Dios: aseguran que eso sólo concierne a su conciencia privada. Que es tanto como decir, que no creen en nada.
El presidente de la Xunta de Galicia no tiene por adversario al PSOE, sino a Vox. Y por el momento le está derrotando
Vamos que don Alberto no cumple ninguno de los cuatro requisitos marcados por Benedicto XVI para poder considerar a católico a un candidato político: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común, los requisitos “no negociables” de electores y elegidos cristianos en la vida pública. Si no cumplen alguno de ellos no pueden considerarse católicos. El resto de cuestiones queda al libérrimo albedrío de cada cual.
Feijóo tampoco cree en la propiedad privada: sólo en las empresas privadas. Que no, que no es lo mismo. Recuerden el ejemplo definitivo de Chesterton: Un carterista también puede creer en la empresa privada (y en la libertad de mercado) pero nunca se le podrá considerar un partidario de la propiedad privada.
En el caso de un político eso siempre acaba, además de en adoración a lo grande y en marginación de lo pequeño. El inicio de todos los males en política. Creen en la gran empresa, en el gran Estado como agente económico y en los grandes mercados financieros, todos elloS, por naturaleza, enormeS. Lo pequeño les molesta.
Por cierto, Núñez Feijóo no quiere presidir Galicia: quiere ser candidato a La Moncloa. Precisamente, lo que le molesta es que, para ello, a día de hoy, parece obligado a hacerse con el control de Génova. Y sabe que para ello, tras las Primarias ganadas por Casado, no tiene empuje suficiente. Su fuerza termina en las fronteras gallegas.
Y la consecuencia práctica de todo lo anterior, en la actual campaña electoral, es muy sencilla: el 12 de julio, el actual presidente de la Xunta de Galicia no tendrá por adversario al PSOE, sino a Vox. ¿Por qué? Pues porque Vox, y esperemos que se consolide en esa línea, no es un partido ultra, es un partido católico. Y Feijóo es un progre. Es decir, anti-cristiano.
Don Alberto no es un paladín del PP, es un cáncer del PP.