Pasada la medianoche, el presidente de la Generalitat, Quim Torra, condenaba la violencia callejera, que ya dura tres días en Barcelona… de aquella manera. Su condena consistía en una auto-exculpación del movimiento independentista “que nunca ha sido violento”. Pues menos mal que no son violentos. Si llegan a serlo…
Y como las calles de Barcelona ardían –y no es una metáfora, ardían, literalmente, por los incendios provocados por los separatistas- el inefable Torra se acogía a la teoría de los “infiltrados y provocadores”. Es decir, se acogía a la teoría de los partidos de izquierda durante la II República, cuando los asesinatos de católicos y otros facciosos no los perpetraban ni socialistas, ni comunistas, ni anarquistas: sino “incontrolados”.
Insistimos: la estafa pacifista recorre el mundo
Ahora, por las mismas, Quim Torra asegura que han sido “infiltrados” y “provocadores” los que han incendiado las calles de Barcelona, provocado decenas de heridos entre la policía catalana y provocado y puesto en peligro a vecinos y peatones
En el entretanto, Pedro Sánchez utiliza el caos catalán para colocarse en la moderación del 2+2=5. Ya saben: siempre que un majadero afirma que dos más dos son seis, y algún sensato le corrige advirtiéndole que dos más dos son cuatro, surge un tercero que, en pro del diálogo y la moderación, acaba concluyendo que dos más dos son cinco.
En esas está Pedro Sánchez. A las 21,00 horas del miércoles volvía a utilizar la plataforma institucional de Moncloa para soltar un mitin (este chico se olvida de que es presidente del Gobierno) y, sin decir, lo que iba a hacer con Cataluña, es decir, aquello para lo que le pagamos exigió a Torra que condenara la violencia, como si de la condena del presidente de la Generalitat dependiera algo.
Pedro Sánchez utiliza el caos catalán para colocarse en la moderación del 2+2=5
Tres horas después obtenía la respuesta equívoca de Quim Torra: condeno pero no condeno, todo esto es obra de incontrolados, no de los separatistas, que somos gente de paz.
Decíamos ayer que la estafa pacifista recorre el mundo. No hay nada que provoque más violencia que el pacifismo intimidatorio. Por ejemplo, el que practica el separatismo catalán, que repite que ellos rechazan todo tipo de violencia y no se sienten representados por quienes la practican. En efecto, rechazan la violencia al tiempo que la provocan. Ejemplo: si paralizas a los miles de personas que han pagado un pasaje de avión en el aeropuerto de Barcelona, o a las miles que circulan por la AP-7, la mayor autopista de España: ¿cómo pretendes que la policía no te saque a la fuerza de las vías o de los carriles? Y, la final, naturalmente, los pacifistas golpean a los vecinos de Barcelona que se atreven a, por ejemplo, a apagar las fuegos que ellos han prendido.
En cualquier caso, sigue en pie la pregunta: ¿De verdad es necesario narrar en directo todas las tontunas y/o salvajadas independentistas? ¿En serio? ¿No estamos creando, al menos acelerando, en España un problema pequeño hasta convertirlo en uno grande? ¿No deberíamos ‘pasar’ n poco más de los indepes y de mister Torra?