- Pero los separatistas están felices: se eterniza el problema y siguen siendo los protagonistas.
- Fracasó el plan de Artur Mas: amnistía a cambio de elecciones. Rajoy considera que eso es volver a empezar.
- Eso sí, a Puigdemont ya no le basta un muerto: ahora pretende cuantos más muertos mejor.
- Sólo puede ganar de una forma: con represión salvaje por parte de Madrid.
- Las guerras civiles y el terrorismo se parecen demasiado.
Un jueves tirando a triste, aunque
no para los líderes separatistas. El nuevo chantaje de
Carles Puigdemont les alimenta: se eterniza el problema y ellos siguen siendo los protagonistas, siempre en el proscenio. Su narcisismo ha sido saciado. Por supuesto que
ni Puigdemont, ni Junqueras, ni Tardá, ni Rufián, creen posible una Cataluña independiente. De hecho, el referéndum sería ganado por los partidarios de mantener la actual situación pero, eso sí,
después de haberse convertido en protagonistas de la historia.
La mañana comenzó tras el fracaso de la última tentativa de
Artur Mas: amnistía para todos -sobre todo para él-. Por el pasado y a cambio de elecciones autonómicas.
Ahora bien, aunque
Albert Rivera confía mucho en esas elecciones, y Rajoy se rinde ante la evidencia, lo cierto es que en Moncloa no creen que esas elecciones cambiaran mucho el panorama. En cualquier caso,
para los separatistas sería un continuar y para los españoles un
volver a empezar. Eternizar el problema.
No. Hemos llegado a un punto en que hay que poner orden o imperará la ley de la selva. Así que hay que aplicar el
artículo 155 y además no se puede fallar.
Cuidado, porque nos enfrentamos a una, no mayoría, pero sí minoría, enorme, y
enormemente fanatizada, que va a oponer resistencia pacífica: es decir, que será muy difícil obligarle a cumplir las normas sin violencia. Estamos condenados al uso de la fuerza y es difícil que el uso de la fuerza contra un
pueblo no degenere en enfrentamiento generalizado, es decir, en guerra civil. O mejor, en esa
variedad de guerra civil del siglo XXI conocida como
terrorismo.
Ambas se parecen mucho: en ambas el enemigo no es un militar extranjero sino tu vecino. En ambas, el enemigo se oculta tras la sociedad civil. No da la cara.
Eso sí,
a Puigdemont ya no le basta un muerto: ahora pretende cuantos más muertos mejor.
Sólo puede ganar de una forma: con represión salvaje por parte de Madrid. Total, él no la va a sufrir.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com