Saqueos e incendios de locales comerciales en Santiago y violentos disturbios en Valparaiso y Antofagasta se produjeron este jueves en Chile, recrudeciendo la crisis que golpea la nación andina, mientras el gobierno de Sebastián Piñera rechazó un informe de Amnistía Internacional (AI) sobre violaciones "generalizadas" a los derechos humanos durante las protestas, que se saldaron con 22 muertos, informa DW.
Como hemos venido informando, las protestas sociales estallaron por las desigualdades y el aumento de los precios de los servicios básicos que vienen ocurriendo en el país desde mediados del mes de octubre. Pero han degenerado en odio anticristiano y ataques a las iglesias cristianas: profanaciones de sagrarios, incendios, imágenes religiosas decapitadas…
Las protestas sociales han degenerado en odio anticristiano y ataques a las iglesias cristianas: profanaciones de sagrarios, incendios, imágenes religiosas decapitadas…
Pero las protestas en Chile -y antes en Ecuador, por la subida del precio de los combustibles- parece que se han extendido a otros países hispanoamericanos, como Colombia, que ayer vivió una jornada de rechazo a las políticas del presidente Iván Duque en las calles de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Cartagena, Bucaramanga, Cúcuta y otras capitales bajo una sola consigna, exigir al Gobierno cambios en la política económica y social para frenar la desigualdad y la pobreza que sacude al país, recoge La Vanguardia.
El ambiente festivo duró hasta que, al final de la jornada, algunos manifestantes arremetieron contra la policía provocando disturbios en zonas de Bogotá, Medellín, Cali y Cartagena.
En Argentina, ahogada en corrupción y crisis económica, la gente se ha levantado contra las políticas económicas puestas en marcha por el presidente Mauricio Macri cuyo Gobierno no ha podido frenar la inflación, un mal endémico del país. Los precios se han disparado, la moneda se ha devaluado, y como consecuencia, los argentinos tienen cada vez menos poder adquisitivo. Aunque las protestas no han sido tan violentas como en el resto del continente, el malestar social es evidente.
Como hemos explicado, hay razones de fondo que vienen gestándose sin que los gobiernos hayan sido conscientes: la corrupción, la enorme desigualdad, y sobre todo la percepción de que las instituciones democráticas, no lo son en absoluto.
Pero, ante todo ello, cabe preguntarse: ¿Es creíble que los dos países más moderados, más estables y con mayor nivel de vida de Hispanoamérica sufran violencia en las calles? ¿Hay alguien detrás?