James Peebles, Premio Nobel de Física 2019, ha hecho crujir las estructuras al asegurar que no cree en el Big Bang. La que se ha armado. Para un ateo militante, para todo agnóstico activista, el Big Bang sustituye a la creación (ahora llamada creacionismo) cristiana.
Pero lo más sorprendente es el porqué no cree el Noble en le Big Bang: porque “no tenemos pruebas de lo que pasó”.
Para que algo evolucione primero tiene que existir. La misteriosa fase inicial del universo continúa siendo un misterio… para la ciencia
Y atención a esta reflexión, que, en mi opinión, es la más relevante. Dice Peebles que la humanidad describe teorías “comparándolas con experimentos… Simplemente, no tenemos evidencia experimental de lo que ocurrió en el origen” del universo. La que se ha armado. Bien está elogiar la ciencia, pero no si se convierte en políticamente incorrecta. No te concedimos el Nobel para esto, campeón
Un golpe terrorífico de un científico contra el cientifismo reinante… que es un poco tramposo: confunde teorías con conclusiones y doctrinas con conclusiones.
Peebles asegura que la humanidad está confundiendo las teorías con los experimentos científicos
Es curioso porque el Big Bang, la igual que la evolución que casi surge de él (o él de ella), se han considerado por la atmósfera cultural imperante, por el Nuevo Orden Mundial (NOM) como el dogma mayor e indiscutible. El NOM, obviamente, tiene su propia filosofía y su propia cosmovisión, Una explicación sobre la razón de ser de la realidad que nos circunda y un modelo de vida. En plata: el Big Bang y la evolución nacieron para negar la existencia de Dios, o para, al menos, dar pábulo a su no existencia.
Es decir, que la cosmovisión NOM adereza su dogma de que Dios no existe con las dos precitadas pruebas ‘científicas’: Big Bang y evolución. Y ahora resulta que va el Nobel de Física y asegura de que no hay pruebas del Big Bang. A ver si va a resultar que Dios sí existe. Yo estoy aterrado.
El empirismo es 'ciencia' mucho menos exacta que la teología o las humanidades
Veamos de dónde partimos: desde la Postguerra mundial, vivimos en física frente a teología y, sobre todo, empirismo contra razón. Naturalmente el empirismo era científico, la razón no era más que una sarta de opiniones más o menos fundadas. En cualquier caso, no olvidar lo de Chesterton: el desinfectante de la ciencia es la conciencia.
Pero ahora, cuando el Nobel de Física reconoce que no tenemos pruebas del Big Bang, tiemblan las estructuras y nos tienta una proposición revolucionaria: el empirismo es ‘ciencia’ mucho menos exacta que la filosofía: ¡Qué horror!