• No, en el PP no nos hemos olvidado del voto católico, asegura el ministro de Exteriores.
  • El Marianismo continúa a la búsqueda de la identidad perdida.
  • Pero si les hablas del derecho a la vida miran hacia otro lado.
  • Y sin identidad, ni tiene fuerza para hacer frente a Rajoy, un hombre que ya no suma, resta.
  • La nueva entrada de migración irregular será Libia. ¿Y de terroristas?
  • El responsable de Cooperación considera una frustración que España no haya conseguido el 0,7% del PNB.
Consejo de Ministros del viernes 6 de mayo. Soraya y Margallo (en la imagen) codo con codo. Se odian porque los dos aspiran a suceder a Mariano Rajoy. Y se nota en gestos, ademanes, etc. Con cualquier otro ministro la vicepresidenta intenta responder en primer lugar. Con Margallo no, prefiere que sea el titular de Exteriores quien responda primero. Un error, porque es mucho más culto que ella y de mayor capacidad dialéctica. Ahora bien, el Partido Popular sigue a la búsqueda de la identidad perdida. Abandonó sus raíces cristianas y ahora no tiene ni tan siquiera fuerzas para aportar a un líder como Rajoy, que ya no suma, sino resta. La gente se compromete con una idea, pero no a un líder, porque las personas cansan. Y el problema del PP es que le faltan ideas y le faltan principios. Se ha convertido en una máquina de perder donde lo único que importa es mantener en el cargo. Margallo niega la mayor. Soraya nunca diría "yo soy católico practicante". Y cuando Hispanidad insiste en si para el PP existe el voto católico, "responde que "sí, sí que existe, pero nuestra religión es la única que separa la fe y la política". Sí, respondo, pero al cristiano también se le exige coherencia. Margallo se enfada: "Eso dígaselo a Mayor Oreja, porque el Tribunal Constitucional dijo que la ley de aborto era constitucional pero no dijo que no se pudiera cambiar". Muy cierto y el propio Mayor Oreja se ha arrepentido de no haber hecho nada por la vida cuando gobernaba Aznar. Pero el PP de Rajoy no sólo es que se escondiera, es que ha lanzado una ley, la de Gallardón, que era una norma abortista con mínimos retoques y ni tan siquiera ahí han sabido perseverar. Con una vicepresidenta, ubicada a dos metros de Margallo -cuando se confesaba católico practicante-, que se muestra partidaria de la ley de aborto felipista de 1985. Es decir, que es una abortera de mucho cuidado. Además, las leyes provida no tienen nada que ver con la fe ni el cristianismo nada que ver con el Islam. Se trata de una cuestión de coherencia y de respeto a la vida. Y ahí está el PP, a la búsqueda de la identidad perdida. Del Consejo de Ministros poco se puede decir, salvo la buena lógica aportada por Margallo y que tanto envidia Soraya. Margallo presentó el informe sobre acción exterior con la brillantez habitual en él (salvo cuando habla de fe y política). De entrada nos advirtió que la inmigración ilegal de pasado mañana entrará en Europa desde Libia. Y con ella, esto no lo dijo pero lo dio a entender, el terrorismo en Europa. Volvió a insistir en que nuestro servicio diplomático deja mucho que desear: "tenemos 10 consulados en Francia y 2 en la India". Ciertamente no parece la proporción adecuada. Y más: Margallo lamenta que la ayuda a la cooperación no llegue ni de lejos al prometido y comprometido 0,7% del PNB. Lo cierto es que el actual reparto de esa cantidad se hace por vías inconfesables pero lo cierto es que es un compromiso internacional que España no cumple. Pero el problema sigue en pie. Margallo se confiesa católico practicante y algunos otros ministros de Rajoy lo mismo. El problema es que, en cuanto ministros, no ejercen como católicos pero, en cuanto católicos, sí que ejercen de ministros. O dicho con palabras del periodista Chesterton. Cuando se entra en el Parlamento o en la redacción hay que quitarse el sombrero pero no la cabeza. Eulogio López eulogio@hispanidad.com