- Sabe que es un candidato a la Vicepresidencia del Gobierno, ahora mismo su principal competidor.
- Y el caso Soria saca de quicio a Rajoy.
- Considera que no ha podido hacerse peor.
- Pero lo cierto es que él conocía todos los datos.
- Lo que preocupa al presidente son las riñas internas en el partido y en el Gobierno.
- Y resulta que los sorayistas odian a cuatro ministros de Rajoy: Margallo, Pastor, Soria y Guindos.
Consejo de Ministros del viernes 9. La vicepresidenta del Gobierno,
Soraya Sáenz de Santamaría, anuncia el reparto de unos milloncejos para arreglar carreteras y luego pasa a lo que interesa:
a hacer política desde la mesa del Consejo de Ministros.
Ojo al dato: Santamaría segura que para ser un
Gobierno en funciones ya hay 70 peticiones de comparecencia.
De lo más pintoresco. Por ejemplo, se solicita la comparecencia del ministro
García Margallo para que explique la posición del Gobierno sobre la destitución ilegal de la brasileña
Dilma Rousseff. Eso seguro que ha sido
Podemos, porque además exigen que el Congreso aúne una postura común para rehabilitar a Rousseff. Ese es el tipo de cosas que debe hacer un Gobierno
para lucir en la esfera internacional: encabronar a un país soberano inmiscuyéndose en su día a día político. El doctor Iglesias arrasa y a doña Soraya
le encanta recordar lo estúpidos que son todos sus adversarios políticos. Pero en este caso tienen razón.
Pero claro, lo que los periodistas querían saber del
caso Soria, el nuevo vodevil de
corrupción manifiesta y degeneradora.
Soria siempre fue un engreído pero nació con una flor en el culo,
como Zapatero, y lo cierto es que hizo una
reforma eléctrica que muchos creíamos que iba a salir mal y resultó que salió bien.
Y si le hubiesen dejado,
hubiese acabado con la arrogancia del Duopolio de televisión. Además el comercio exterior no ha podido ir mejor y el turismo también.
Pero es igual,
mintió con lo de las cuentas en Panamá y todo el sorayismo (los sorayistas odian cuatro ministros: Soria, Guindos y Margallo y Pastor)
ha hecho leña del árbol caído. Y la jefa de filas, doña Soraya, se ensaña con
Luis de Guindos, amigo personal de Soria y, encima, aspirante a la Vicepresidencia.
Y mientras,
Mariano Rajoy más cabreado que una mona. Sin razón alguna, oiga, porque él ha conocido el proceso del nombramiento de Soria para el
Banco Mundial desde el primer momento.
Si algo puede sacar de quicio al hombre tranquilo, más tranquilo que hombre, que es
Mariano Rajoy, son las peleas internas en su partido y en su Gobierno. Se estaba desinflando el discurso de la
corrupción. El español empieza a hartarse de las peleas por la corrupción, especialmente de aquellos casos que suenen a exagerados.
Si algo no necesitaba
Rajoy en vísperas de vacas y gallegas y ante su segundo intento de investidura.
Pero él lo sabía y su Soraya aprovecha para ajustar cuentas con sus enemigos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com