Consejo de ministros del martes 4 de febrero. Mientras RTVE ponía sordina a la primera sesión de control del Gobierno ante el Parlamento, subtítulo de la norma principal decretada por Iván Redondo -sordina a los casos de corrupción- la portavoz del Gobierno, María Jesús Montero (esta chica vale su peso en oro, Pedro, no la pierdas) salía a escena para explicarnos las desastrosas cifras de paro del mes de enero. Y como no era el momento para porcentajes, la titular de Hacienda echó mano de la cifras absolutas, que no dicen nada, pero no dejan de suponer una buena salida por la tangente. Dicho esto, me ha parecido el Consejo de Ministros más interesante de todos desde que Sánchez está en el poder, porque se dedicó no a tontunas feministas, ecologistas o progresistas sino al campo.
El ministro del ramo, Luis Planas, escocido por la protesta de agricultores, duramente reprimida por la Guardia Civil, dicho sea de paso, se plantó con un plan, absolutamente vacío, para reforzar el sector agrario.
Un sector que al PSOE, dicho sea de paso, siempre le ha importado un pimiento.
El salario mínimo ha sido la gota que ha colmado el vaso de los campesinos porque, en efecto, el campo y las empleadas del hogar son los sectores donde más perceptores de salario mínimo hay. Y volvemos a lo de siempre: que suba el líquido del salario mínimo (la renta disponible) es bueno, pero que suban al mismo tiempo las cuotas sociales es una bestialidad que no se le ocurre ni al que asó la manteca.
Planas se niega a ayudar a los agricultores porque el Gobierno no puede fijar precios. Ministro: la PAC no es otra osa que fijar precios
Hubiera bastado con subir el SMI y eximir de la subida automática de los impuestos laborales en la misma proporción. Porque las cuotas no las recibe el agricultor, sino el Gobierno.
Pues bien, a Planas no le ha dado la gana pujar por esa sensatez y es entonces cuando ha iniciado un discurso demagógico. Muy apasionado, en el que se ha llegado a presentar no como “el ministro de Agricultura sino como el ministro de los Agricultores”. No ha llorado pero ha estado a un tris.
Naturalmente, Luis Planas, un agricultor más, aunque a él no le pegó la Guardia Civil, asegura que los agrarios están enfadados con razón pero claro, el problema no es de España, es de toda Europa. Y eso siempre ayuda. Mal de muchos…
Y su medicina es revolucionaria: una Mesa de Diálogo Agrario. Él lo llama “iniciativa” y pretende ampliar el diálogo, mucho diálogo, a la industria agroalimentaria, a los ciudadanos, a todos y todas.
El teledirigido diálogo apunta hacia explotaciones agrarias muy grandes: nuevamente la izquierda contra lo pequeño. Como si las grandes explotaciones, por el hecho de ser grandes, resultaran más rentables. Y en el colmo de la desfachatez, y ante un sector que vive pendiente del cielo, el ministro del ramo aconsejó a los agricultores que refuercen los seguros agrarios. Al parecer, no les cuesta dinero.
El Gobierno no fija precios en una economía de mercado… Pues sí que puede hacerlo, por ejemplo, con una fórmula para fijar precios máximos. Es más, la Política Agraria Común (PAC) no es más que una política de precios, amigo Planas.
Y más, el 52% de los productos agrarios se exportan. Pues ayúdales a exportar que eso sí lo puedes hacer, amigo Planas.
En resumen, que el Gobierno considera legítimo que los agricultores ejerzan su derecho de manifestación pero les manda a la policía a sacudirles y que no toquen al señor ministro de los agricultores.
Pero por lo menos, en el Consejo se habló del campo, no de ellos y ellas o de la última ocurrencia de la talibana del clima, la vicepresidenta Teresa Ribera.