Año 2007, Ley de Memoria Histórica de Rodríguez Zapatero: vuelven las dos Españas, el rencor nacional, el guerracivilismo. Año 2020: Pedro Sánchez lanza su Ley de Memoria Democrática: el enfrentamiento civilista se consolida, pero, además, reescribiendo la historia.
Por fin, Pedro Sánchez, el PSOE ha vencido la Guerra civil que perdió en 1939. Casi 82 años después, en 2020, Franco ha sido vencido. Por Pedrito, que es muy valiente.
De entrada, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, papisa de la Iglesia Progre de Moncloa, ha dejado claro que va a “resignificar” el Valle. Su discurso olía a masonería dese lejos. Se lo traduzco: que a los monjes benedictinos se les expulsa sin miramiento alguno. Por cierto, esperemos que la Iglesia se oponga, porque aunque el Valle sea propiedad del Estado los lugares de culto dependen de lo fijado en los acuerdos entre el Reino de España y el Estado de la Ciudad del Vaticano.
Con la Ley de Memoria Democrática Sánchez vence a Franco… 81 años después de terminada la Guerra Civil. Y lo peor es que vivimos en una España abotargada: no responde a la insidia
¿Y la cruz, esa cruz que los socialistas no soportan y que es la más grande de Europa? El signo cristiano por antonomasia? Pues no lo dicen, lo que abunda en la sospecha de que el resignificado del Valle Consiste en quitar los brazos para convertirlo en un monolito masónico. Una burla más como el masónico funeral oficial sobre los muertos en la pandemia.
No se atreven a decir lo que van a hacer con la cruz por si el aletargado pueblo español despierta de su abotargamiento, pero dan pistas, Lo hace, por ejemplo, el secretario de Estado de Memoria, el desmemoriado Fernando Martínez: “La cruz es uno de los símbolos fundamentales del nacional-catolicismo”. Hay que ser sectario y un poco miserable para pronunciar tamaña pavada. O sea, que se van a cargar la cruz de Cristo porque es franquista. Porque, ya saben, estamos resignificando.
Carmen Calvo asegura que “Lo peor que les podía pasar a las víctimas es que las olvidáramos”. Pero ojo, a las víctimas del Franquismo, no a las de los republicanos, tanto durante la II República como durante la Guerra Civil, donde asesinaron con ganas, sobre todo a católicos. Por ejemplo, milicianos socialistas.
Y en este proceso masoncete no podía faltar el panteón de los hombres ilustres que, naturalmente, será hogar para todos aquellos que les guste al régimen. Una idea muy republicana, cogida por los franchutes revolucionarios del mundo clásico.
Exposición de motivos: los crímenes comenzaron en 1939. La II República, por el contrario, no asesinó a nadie. Y durante la guerra civil, sólo mató Franco
Por supuesto, la barbaridad conllevará -como es habitual entre los progres- perversión de la infancia. En los colegios españoles se enseñará a los niños que Franco, y toda la España de sus abuelos y bisabuelos, era una España de asesinos sedientos de sangre. Naturalmente la ley de Memoria Democrática declara nulos de pleno derecho todos los juicios del Franquismo. Atención a este punto que constituye unas de los cinismos más patentes de una Gobierno cínico: Calvo habla de juicios sin garantías procesales, al margen de un Estado de Derecho. Pues no sé yo pero entre que me asesinen en una checa los milicianos a ser juzgado con un abogado defensor, con posibilidad de recurso, por un tribunal organizado, aunque sea de un régimen fascista, yo me quedo con lo segundo. Y con un régimen comunista, también. Les dejo que se lo explique el historiador Javier Paredes: porque el Franquismo no cometió un genocidio, la democrática II República sí, en la retaguardia.
Naturalmente, una hipocresía del calibre de esta Ley de Memoria Democrática tenía que presentare con máscara, técnica esta en la que Carmen Calvo es una verdadera especialista: Así, asegura la vicepresidenta que se velará por la dignificación de los exiliados… ¡también por “motivos religiosos”!
¿En serio, doña Carmen? ¿Cuántos españoles se marcharon fuera de España durante el Franquismo por motivos religiosos?
Digo que esto es mucho más importante de lo que parece por cuanto lo que siempre oculta la izquierda progre española es que si la II República no hubiera perseguido a la Iglesia, a la fe de un pueblo español mucho más firme en Cristo que el de hoy, Franco no hubiera ganado la guerra y España continuaría en la II República.
Es una ley cristófoba, que sólo violentará a los católicos y los pasotas ni la mirarán. Lo malo es que el pasotismo es tan superficial como transitorio
Pues bien, ahora, al secretario de Estado Fernando Martínez López, el hacedor primero de la norma aviesa, se le llena la boca hablando del nacionalcatolicismo. Y en la cima de la necedad, don Fernando considera que la cruz de Cristo es el símbolo del peligroso nacional-catolicismo. Que la cruz sea el signo de nacional-catolicismo recuerda a aquel anticuario que vendía un crucifijo de 500 años antes de Cristo.
Naturalmente, empezaron mintiendo, asegurando que sólo se trataba de inhumar a Franco. Ahora van a desacralizar la Basílica, es decir, van a expulsar al Santísimo y, finalmente, aunque todavía no concretan, derribará la cruz o la “resignificarán”. Por ejemplo, quitándole los brazos y convirtiéndola en un monolito masónico.
Y la nota de color: será una ley de memoria democrática con perspectiva de género. O sea, a la maldad unimos la idiocia. Porque, para que lo sepan, la inventora del concepto de soberanía popular fue Clara Campoamor (Calvo dixit).
Pero seamos indulgentes con la vicepresidenta (y miren que me cuesta). Para Carmen Calvo, sólo existen fascistas y antifascistas. En ese maniqueísmo simplón, la victoria de los segundos, aunque sea uno de los asesinos, sobre los primeros, con 81 años de retraso, le llama paz, respeto y armonía.
Hasta ahí bien. Masona, cursi, pero aceptable. Pero luego, entra en éxtasis y exhala: “Es una ley para encontrarnos todos”. Lo que recuerda aquello de un anillo “para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas”.
Digo que a lo mejor doña Carmen es simplemente una pobre necia. Pero no, porque luego exhibe una teoría retorcida como una viruta, y peligrosa como una víbora, y es entonces cuando empiezo a creer que la vicepresidenta no es tonta: es un bicho venenoso. Ocurrió cuando una periodista le preguntó si la Fundación Franco será cerrada como entidad de derecho público (toda fundación lo es) pero podría continuar como asociación privada… con financiación privada. Ojo al dato, que entonces es cuando doña Carmen se quita la careta: la ley también perseguirá a quienes desde “lugares privados” pero que tengan “repercusión pública” enaltezcan a un dictador. Nunca he oído una definición más ajustada a un régimen totalitario: ni en lo público ni en lo privado tiene libertad de expresión… porque las actividades privadas pueden tener una repercusión pública. Y la tendrán, en cuanto convenga al poder. Lo dicho: un bicho venenoso.
O sea, que el Gobierno, con este engendro legal en la mano, te puede prohibir rezar en tu casa, no digamos nada en una iglesia, si tus rezos tienen repercusión pública o atentan contra la dignificación de la memoria de las víctimas del Franquismo”. O sea, que ni en tu casa serás libre para pensar y mucho menos para hablar ¿Lo coges?
¿La jerarquía eclesiástica se va a quedar callada? Porque el silencio de hoy será peligroso mañana
Y para terminar, la llamada la unidad: “Queremos una ley respaldada por todos. Que todos pueden alcanzar la paz”. En serio, lo dijo así.
¿Y saben qué es lo que más me preocupa de todos? Que ante una ley liberticida, un verdadero broche final a la libertad y a la democracia, las preguntas de los periodistas (no las de Hispanidad, nuevamente censurada por el secretario de Estado, Miguel Ángel Oliver) se dividieron en dos: los que pretendían apuntalar el proyecto de ley -le parecía escaso- y los que se mostraron ‘objetivos’ sobre el mismo. O sea, dos grupos: los que piensan que la ley se queda corta y los pasotas.
Si semejante ataque a la libertad religiosa es recibido sin crítica, con aplausos o con silencios, es que algo muy perverso está ocurriendo en la sociedad española.
La Ley de Memoria Democrática es una ley cristófoba. Sólo los católicos coherentes la sufrirán. La mayoría simplemente pasará de ella como pasa de todo. Ahora bien, lo malo del pasotismo es que soporta mal el paso de tiempo: es tan eficaz frente a la aberración como pasajero en sus efectos. Al final, una ley cristófoba acaba por ser una ley guerracivilista.
Por cierto, ¿la jerarquía eclesiástica se va a quedar callada? Porque el silencio de hoy será peligroso mañana.