En México las misas no están consideradas una actividad esencial dentro de las medidas de contención para detener la pandemia -¿les resulta familiar?-, por lo que algunos feligreses han participado en «misas clandestinas» dentro de varias iglesias que han convocado vía mensajes de texto o a través de redes sociales.
La Iglesia en México recomendó a sus sacerdotes oficiar misas a través de internet para evitar contagios. Pero en algunas de estas retransmisiones se podía ver a algunos feligreses. Es el caso de la parroquia católica de Fátima, en Zacatecas, donde el mes pasado se ofició una misa por Facebook en la que se pudo ver a al menos una docena de personas dentro del templo. El ayuntamiento tiene prohibidas las reuniones públicas como parte de su política para frenar la pandemia.
En Brasil, el país con el mayor número de católicos (en torno al 60% de 195 millones de personas), muchos feligreses también han seguido acudiendo a misa a pesar del rápido avance del Covid-19. Sin embargo, el proceso para acceder al servicio religioso ha sido más fácil en Río de Janeiro que en Ciudad de México. El alcalde de Río, Marcelo Crivella, es un pastor evangélico que ha estado presionando para que las iglesias reabran.