No hay quien pare la histeria nacional frente al coronavirus. Los españoles no sólo no se rebelan contra la profusión de normas absurdas y contra el recorte de libertades. Es más, el miedo les hace anhelar más prohibiciones, a pesar de que la lección más primaria que podemos sacar de la odiosa primavera de 2020 es que el país europeo con un confinamiento más liberticida ha resultado el país europeo con más muertos por habitante. Ese país se llama España.
Y luego, la desesperación. La pandemia no ha servido para que el pueblo español se vuelva hacia Cristo. Y claro: se ha desesperado. O confías en Cristo o confías en Sánchez. Y claro, eso lleva a la desesperación.
Pero vamos con los hechos reales del coronavirus en España. No es para tanto. Y si lo fuera, con más razón para reaccionar con serenidad y con generosidad y no con pánico e histeria.
Entre los médicos, no entre los ‘científicos’, existe la sensación de que la inmunidad grupal está mucho más extendida de lo que dicen las cifras oficiales
Miren ustedes: entre los médicos -no entre los ‘científicos’, perdidos en su fracaso no reconocido- existe la sensación de que la inmunidad grupal está mucho más extendida de lo que dicen las cifras oficiales. De otro modo, el virus no ha perdido fuerza ni el índice de letalidad, la relación entre contagiados e ingresados en UCI, o entre contagiados y fallecidos, no se hubiera reducido a la tercera parte respecto a la primavera.
Entre los médicos, no entre los ‘científicos’, existe la sensación de que la inmunidad está mucho más extendida que lo que dicen la cifras oficiales. Es decir, que aunque muchos medios se empeñen en negarlo, lo cierto es que no se entiende que el poder letal del virus se haya derrumbado tanto si la inmunidad grupal no hubiera avanzado
Ahora bien, en cualquier caso, no es para tanto. No seamos histéricos.