Hispanidad pregunta a la secretaria de Estado de Sanidad, Silvia Calzón, si, a la vista de la oposición de más de la mitad de los españoles a vacunarse, el gobierno podría cambiar de opinión e imponer la vacuna como obligatoria. En la práctica ya lo está haciendo, dado que prevé campañas masivas entre sanitarios y en residencia de ancianos, pero Calzón prefiere hablar del amor de España por las vacunas y de la necesidad de vacunarse para interrumpir la “cadena de trasmisión”. En otras palabras, que si no cuela por las buenas se obligará a vacunarse por las malas.
Si quien calla otorga, tampoco ha respondido Calzón a otra pregunta de este digital: si, dado que el calendario de vacuna ya está anunciado, puede preverse -ante el seguro éxito de las dichas vacunas- cuándo se levantarán, o al menos reducirán, las medidas restrictivas, especialmente la odiosa mascarilla, popularmente conocida como bozal.
María Jesús Lamas (Agencia del Medicamento) niega a Margarita del Val y a los médicos que muestran reticencias ante las vacunas
Pues ni caso. La impresión, por tanto, es que no se levantarán nunca. Vamos, que, la idea del Gobierno Sánchez es que, durante los próximos 20 años, los españoles seguiríamos con el bozal puesto, sin poder escuchar al vecino y con dificultades de respiración: un pestiño.
Por otra parte, la directora de la agencia del Medicamento, María Jesús Lamas, ha desautorizado a la científica Margarita del Val y cortado el paso a los muchos médicos que muestran su desconfianza en unas vacunas que han llegado incluso antes que los tratamientos y terapias y de las que sólo sabemos un poco más que lo que sabemos del virus: casi nada.
No está claro el porqué. Lamas acostumbra a asegurar que, salvo los medios especializados en Sanidad, el mundo no está preparado para entenderla. Naturalmente, este argumento es definitivo.
La tónica del Gobierno es que la pandemia va mal e irá peor. Así, inoculando pánico e histeria, nadie se atreve a rechistar. Obedeceríamos, aunque nos pidieran que anduviésemos a cuatro patas
Por lo demás, todo sigue igual en cuanto a interpretación de las estadísticas. Si descienden las muertes es porque suben los contagios y si suben los contagios esperen más colapsos hospitalarios y más muertos.
La tónica del Gobierno es que la pandemia marcha mal y puede ir peor. Y así llevamos desde marzo. De esta forma, inoculando pánico e histeria, nadie se atreve a rechistar. Obedeceríamos, aunque nos pidieran que anduviésemos a cuatro patas.