El miércoles 13, el día después de la boda histérica entre socialistas y comunistas, entre Pedro Y Pablo, el concubinato de los Picapiedra, el ambiente en la City madrileña (la City barcelonesa ha dejado de existir) era de desazón profunda. Una depresión general cubría la ciudad. Y los más caritativos tachaban de loco a quien ha permitido introducir a los comunistas en el Gobierno, 85 años después: un tal Pedro Sánchez.
Un banquero socialista, mejor, felipista, aseguraba a Hispanidad que no comprendía cómo el partido se había aliado con Pablo Iglesias hasta prometerle una vicepresidencia: “Eso Felipe no lo hubiera hecho nunca. Ni Zapatero se atrevió a tanto”.
El NEP (Nuevo Ejecutivo Picapiedra) inicia el proceso: por el frentepopulismo hacia el caos del enfrentamiento civil
Y el mantra general es que el dinero se va a marchar de España. Lo cual es cierto. Al menos el dinero llegará con cuentagotas. Ahora bien, créanme: eso es lo de menos. Entre otras cosas porque la mayor parte del dinero que llega es especulativo. Sólo sirve para alimentar la irresponsabilidad emisora de deuda pública y corporativa. La reducción de la inversión directa, es decir, para crear o comprar empresas ya en funcionamiento, que constituye la inversión deseable, es la que debería preocuparnos.
Porque lo peor no es que la inversión extranjera no acuda a España. Además, tampoco tiene muchos sitios a los que acudir dado el océano de liquidez en el que nos movemos.
No. Las prioridades del tándem Picapiedra, de los del abrazo de la Carrera de San Jerónimo, del gobierno social-comunista, son estas: eutanasia, profanar y asfixiar a la Iglesia, eliminar la educación católica y prometer unas pensiones impagables.
La eutanasia es innecesaria. No entró a juzgar ahora la aberración de dejar en manos de los familiares, al final, del Estado, la decisión última sobre la vida y la muerte. Digo que, además, es innecesaria dado los avances médicos en cuidados paliativos.
Y todo ello con el engaño del dinero público, que se nos presenta como interminable
Profanar –sí profanar- los templos católicos, asfixiar económicamente a la Iglesia y cargarse la educación católica eliminando la educación no concertada es otro de los objetivos que comparten Pedro y Pablo.
¡Ah sí! Y blindar las pensiones, que supongo significa actualizarlas según el IPC. Objetivo muy loable… si fuera posible.
Todo ello conforma la marca de fábrica del Nuevo Ejecutivo Picapiedra (NEP), cuya divisa es la siguiente: por el frentepopulismo hacia el caos del enfrentamiento civil. Porque el peligro del nuevo Gobierno es ese: el caos.
Y todo ello sostenido con la gran estafa del dinero público, que se nos presenta como interminable. Los Picapiedra, Sánchez e Iglesias, son dos ignorantes muy pedantes pero, sobre todo, constituyen dos atentados contra el sentido común. Piensan, de verdad lo piensan, que si se necesita dinero lo que hay que hacer no es ganarlo, sino fabricarlo. Con ello cometen el mismo error de los monetaristas, de los ‘Mario Draghi boys’: piensan que la economía consiste en fabricar dinero, en lugar de fabricar productos y servicios para el bien común.
Sí, el dinero se marchará y no vendrá pero créanme: eso es lo de menos. Lo de más es el caos. Y no hagan caso de los tópicos: el caos no es creativo. El caos es caos, es la ley de la selva y, al final, la violencia institucionalizada, la intimidación general. Ese tipo de violencia que afecta a la sociedad civil, sin distinción de edad ni sexo, la violencia que siempre provocan los pacifistas, y que intimida mucho más que las guerras abiertas.
Hemos alumbrado un gobierno cristófobo y ahí tienen las consecuencias.