Lo dijo un importante empresario español, diez años atrás, hoy ya desaparecido, entonces una de las cabezas del famoso Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC): “Si los medios nos piden dinero, les daremos dinero, pero tendrán que poner lo que nosotros queramos que pongan”. Y en parte, no en todo, así fue.
Dicho y hecho. El CEC se cargó, de entrada, el periodismo económico español, bastante bueno, todo hay que decirlo, pero olvidó lo que siempre olvida el poderoso: los triunfos impuestos por la fuerza o a golpe de talonario siempre resultan pasajeros y hasta efímeros. El millonario -y el político igual, pues siempre corre detrás del millonario- no pudo conquistar Internet y la red hizo inútil su tarea.
Pueden traducirlo así: el Ibex aniquiló a muchos periodistas incómodos… para terminar en manos de los ‘influencers’, del patio de comadres de las redes sociales.
Políticos y millonarios de hoy combinan un visible desprecio a la información y a la comunicación… con un paralizante pánico a la WWW
Políticos y millonarios de hoy combinan, sí, aún hoy, (ya lo dijo Voldemort: ¡No aprenden!) un visible desprecio por la información y la comunicación… con un paralizante pánico a la WWW.
Esta década lamentable (2010-2020) ha sido la época en que los poderosos despreciaron a los periodistas y también a sus dircom, a sus jefes de prensa.
Ahora bien, ¿han ganado? ¡Que va! Han perdido estrepitosamente. Antes tenían que tomar en consideración a un centenar de potenciales adversarios que sabían de lo que hablaban, ahora tiene que estar pendientes de un millón de enemigos con los que no saben ni cómo contactar. Porque cualquiera que posea información sensible, no necesitará trabajar en una redacción: lo suelta en Facebook y ha hundido al hombre más poderoso de la tierra. Ahí tienen a Donald Trump gobernando por tuit e incluso contra Twitter.
Del patio de comadres de las redes sociales salen todos los chismes… pero también un nuevo tipo de periodismo ciudadano, incontrolable
Además, el CEC se cargó buena parte del periodismo libre pero de ese patio de comadres de las redes sociales, allá de donde surgen todos los chismes, también está surgiendo un nuevo tipo de periodismo, que algún elegante llamó periodismo ciudadano, capaz de destrozar con una meme el más forjado de los aparatos represivos, capaz, asimismo de cambiar la forma de pensar de la humanidad.
De las redes sociales y de los nuevas mini-redacciones interneteras está surgiendo un nuevo periodismo que estará más lejos del rigor pero más cerca de la verdad, cuanto más cerca del peligro más lejos del daño. Y sobre todo, tan amplio, proveniente de tantas vías, que no puede ser silenciado. No hay dinero en el mundo para callarle, no hay resortes de poder en el universo para coaccionarle. Sí, ya sé que la liberad de prensa está limitada a aquellos que son propietarios de un periódico, que es un derecho que atañe al editor, no al redactor, ni tan siquiera al director. Pero eso es lo bueno del periodismo internetero, que es un mundo de pequeños. Hemos pasado de un oligopolio de señores de la prensa a una madreselva de autoeditores minúsculos pero con audiencia, donde a veces se identifican las tres figuras: editor, director y redactor, en una sola persona. La prensa no ha desaparecido, lo que pasa es que antes era seis grandes y ahroa son 600 pequeños. Y no lo olviden: lo pequeño es hermoso.
El mundo del siglo XXI no es el mundo de la conspiración sino el del consenso… que resulta mucho más peligroso, dicho sea de paso
Ahora, introduzcan todo ese paisanaje en este escenario: el mundo del siglo XXI no es el mundo de la conspiración sino el del consenso… mucho más peligroso, dicho sea de paso. Ni tan siquiera es un mundo de conspiradores que esparcen consignas. Por contra, es el mundo del consenso, el de la sociedad de la información donde las consignas toman cuerpo por sí mismas y donde el líder no es el que propone una idea sino el que resume los fragmentos de ideas dominantes y les da cuerpo. En la red, el líder es aquel que huele la atmósfera imperante y le pone su firma, a ser posible 24 horas antes de que esa atmósfera se vuelva corpórea.
Y en ese mundo, el CEC y aspirantes a sucesores del CEC, que los hay, son pobres infelices que balbucean, temblorosos, frente a un enemigo invisible. Bueno, visible, pero difuminado. Y además, implacable.
El periodismo futuro será de pago. La publicidad condiciona, sobre todo la que no se emite, pero el problema no es ese: el problema es que la publicidad se acaba
Os cargasteis el periodismo libre y ahora lo echaréis de menos. No sabéis por donde os vendrán los golpes.
¡Temblad, malditos! Además de las redes sociales que no podéis controlar, el periodismo vuelve con fuerza... y más libre. Tanto en su versión periodismo ciudadano como en el periodismo profesional.
Eso sí, tendrá que ser un periodismo de pago. La publicidad condiciona poco salvo la publicidad que no se emite: esa lo condiciona todo. Pero el salto a la información por suscripción no será para huir de la publicidad: es la publicidad la que está huyendo de la prensa. La publicidad se acaba.