Standard & Poor’s Global anunció este lunes la compra de la estadounidense IHS Markit por 44.000 millones de dólares, unos 36.830 millones de euros. No es una buena noticia, en primer lugar, porque supone un paso decisivo hacia el monopolio y, en segundo lugar y unido al anterior, porque la operación concede a S&P un enorme poder sobre las grandes empresas y, más alarmante aún, sobre los gobiernos.
Lo vemos a diario en las empresas españolas. Cuanto más baja es la calificación crediticia peor es la valorización bursátil de la compañía. No es lo mismo invertir en una empresa con sobresaliente, esto es, sin riesgo (AAA), que en una considerada bono basura (BB). Y las que ponen la nota son las agencias de clasificación como S&P, Fitch o Moody’s.
Eso mismo sucede con la deuda soberana: cuanto peor es la nota, más riesgo asume el inversor, ergo, más intereses exigirá al emisor.
En otras palabras, la mega agencia S&P-IHS Markit tendrá un enorme poder sobre los gobiernos, un poder que no nace de elecciones democráticas y que permanece en la sombra y el anonimato. Recuerden el cabreo de Obama cuando S&P redujo un escalón el rating de la deuda de EEUU -de AAA a AA+- en agosto de 2011. No necesitamos que “ninguna agencia” nos diga que tenemos problemas. Estados Unidos “siempre será” un país triple A, aseguró el entonces presidente norteamericano, que tachó la decisión de política.
Ahora piensen en ese poder para lograr, por ejemplo, la sumisión de un país a los postulados progres del Nuevo Orden Mundial.