Ocurrió durante la instrucción del caso Púnica, no sé cuántos años en instrucción. Las fiscales anticorrupción Teresa Galán y Carmen García Cerdá preguntaban a un imputado sobre quién hacía las facturas de una cooperativa investigada en la trama. La respuesta del interrogado fue: Mari Carmen Pérez.
Jueces y fiscales han aprovechado una oposición pero eso no les capacita para distinguir entre lo justo y lo injusto: tan sólo aplican la ley
De inmediato, en el chat paralelo entre abogados, alguien escribió: “Pobre Mari Carmen Pérez”.
De inmediato, el interrogado rectificó y aseguró que habían pasado tantos años que se había equivocado con el nombre: era Mari Carmen Juárez, no Pérez.
El chat de los letrados volvió a hablar: ”De buena te has librado Pérez, de buena se ha librado; Juárez te las has cargado”.
Cuando los letrados se toman a cachondeo los procesos -y es comprensible que lo hagan- es que algo falla.
Peor que la politización de la justicia es la judicialización de la política
Púnica es uno de los innumerables procesos judiciales sobre corrupción política siempre con algo o mucho de verdad, siempre inflados por interés, que se siguen en el Audiencia Nacional. Otro caso cuya instrucción o juicio se demora año tras año porque un grupo de fiscales anticorrupción ha sentado el pernicioso hábito de montar la trama y luego la prueba. Claro que las sospechas deben provocar la investigación judicial pero no se puede ir a instrucción, en lugar de para probar la acusación, para buscar nuevos testigos y nuevos delitos.
En el mejor de los casos se condena a los pre-imputados a pena de telediario y se alargan los procesos… a ver si se encuentra algo.
Otra técnica consiste en acudir a la prensa antes que al palacio de justicia. La prensa no juzga, cuenta, con lo que se corre el riesgo de que un titular englobe investigación, instrucción y condena, todo en uno.
Puede que España sea un país muy corrupto pero nunca sabremos cuánto. La verdad queda enterrada en procesos que nunca terminan
¿Y en materia de corrupción política? Pues verán: la politización de la justicia no es tan grave como la judicialización de la política. Cuando la sociedad perdió la verdad, el esto es bueno y esto es malo, se volvió hacia los jueces y fiscales, como única verdad revelada. Resulta que jueces y fiscales han aprobado una oposición pero eso no les capacita para distinguir entre lo justo y lo injusto: tan sólo para aplicar la ley.
En cualquier caso, puede que España sea un país muy corrupto pero nunca sabremos cuánto. La verdad queda enterrada en procesos que nunca terminan, aunque constituyen una buena terapia para que los ciudadanos hartos de la clase política (no muchos, apenas un 99,9% de la población) puedan roerse el hígado con entusiasmo.