Deutsche Bank perdió 5.718 millones de euros en 2019, frente a los 52 millones que perdió en 2018, por los costes de restructuración que la entidad está llevando a cabo -lo anunció en julio- y que supondrá la salida de 18.000 empleados para 2022. En 2019, el ajuste afectó a 4.100 trabajadores y el banco cerró el ejercicio con 87.597 empleados.
Los activos fiscales diferidos por valor de 2.800 millones también tuvieron un impacto negativo en las cuentas.
Pero no fue sólo eso. La evolución de la cifra de negocio tampoco fue positiva y cayó un 8,5%, hasta los 23.165 millones de euros, con unos ingresos de banca de inversión y de banca privada a la baja un 7% y un 5%, respectivamente.
Es el quinto año consecutivo en números rojos: en 2015 perdió 6.800 millones, en 2016, 1.350 millones, en 2017 las pérdidas fueron de 497 millones y en 2018 se suavizaron hasta los -52 millones. En total, el mayor banco alemán ha perdido 14.417 millones de euros en los últimos cinco años. Si fuera un banco español habría sido intervenido. Pero es alemán y, además, es el mayor intermediario -e inversor- de derivados de Europa. Si se hunde el Deutsche, se hunde el bono alemán, y eso es inadmisible.
Resulta muy significativo, en cualquier caso, que el BCE no valore el riesgo de los derivados -que son muy especulativos- de la misma manera que valora, los créditos hipotecarios de la banca española.