Que el grupo DIA baje en bolsa jornada tras jornada no tiene ya más interés que la constatación estadística de un desplome por entregas, que ha dejado ya la acción por debajo de 0,60 euros, un mínimo nunca visto, cuando arranco el año a 4,4. La caída de este miércoles, en torno al 5%, sigue a la dimisión de Stephan DuCharme, el presidente interino y mano derecha del magnate ruso Mikhail Fridman, pero no significa nada. Básicamente porque Ducharme sigue como socio director del área L1 Retail del fondo de Fridman, Letterone, cuyo cometido es precisamente guiar “en el largo plazo” sus inversiones en el sector, como en la de DIA (29%). L1 Retail es lo más parecido a un Mercadona ruso y sus inversiones superar los 2.000 millones.
Ahora bien, todos esos cambios esperan al plan estratégico que presentará a mediados de enero (sino lo vuelve a prorrogar, como hasta ahora), de lo que depende todo lo demás en el “largo plazo” del que se ocupa DuCharme.
L1 Retil, donde sigue DuCharme, es lo más parecido a un Mercadona, con más de 2.000 millones de inversiones
Ese ha sido, es más, el sentido del desembarco en abril de DuCharme y el que ha maniobrado desde entonces para la sustitución de Ricardo Currás por Antonio Coto como consejero delegado, y en todos los cambios posteriores, como los conocidos ayer martes, que afectan a la línea estratégica del grupo. Por eso ha incorporado en esos fichajes a ejecutivos de El Corte Inglés, la cadena Lidl, o Fertiberia (OHL). Sobra decir que DuCharme ha ocupado interinamente la presidencia tras la dimisión de Ana Llopis.
Ahora bien, todos esos cambios esperan al plan estratégico que presentará a mediados de enero (sino lo vuelve a prorrogar, como hasta ahora), de lo que depende todo lo demás en el “largo plazo” del que se ocupa DuCharme.
El castigo en bolsa seguirá hasta el plan estratégico, del que depende el “largo plazo” que maneja Fridman
Ahí está incluido el asalto definitivo de Friedman, con ampliación de capital minoritarios o una improbable OPA, al menos a corto plazo, por el precio que ha pagado en las compras anteriores, a años luz de la actual cotización. Una OPA, además, se lanza para aumentar el control y el ruso ya lo tiene de hecho.
Su idea, como ya avanzó en octubre, en su demoledor profit warning, no es otro que centrarse en el negocio low cost y desinvertir en los que considera no estratégicos. Otra cosa es que esa meta sea compleja de ganas, teniendo en cuenta toda la visibilidad que ha perdido, el rápido deterioro de sus activos, la previsión de pérdidas este año y las sombras sobre 2019 y las dificultades para refinanciar su deuda, con rating de bono basura.