El Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC) acabó como el rosario de la aurora cuando sus tres fundadores desaparecieron de la primera línea de fuego: Emilio Botín, César Alierta e Isidro Fainé. Pretendían ser el lobby de poder más importante de España y acabaron como todos los ‘lobbies’: sin amigos y con muchos enemigos.
Ahora, la imagen y la reputación corporativa no dependerán de los periodistas sino de los jueces: enhorabuena campeones
Pero, lo peor fue que el CEC sólo sirvió para imponer el regreso a la opacidad.
La doctrina imperante puede resumirse así: despreciad al periodista, comprar al editor. Si tenéis comprado al editor, el periodista no podrá salirse de unos cauces pre-establecidos. Es más, podéis despreciarle.
Además, si bastaba con comprar a los editores ¿para qué necesitaban directores de comunicación, una figura cuya relevancia había subido por semanas durante dos décadas?
El CEC acabó como el rosario de la aurora y su única consecuencia fue reducir la trasparencia empresarial y desprestigiar a los dircom
La era de los dircom está de capa caída. Como muestra un botón: en las grandes multinacionales españoles están siendo expulsados de los Comités de Dirección. Antes alabados y temidos, se les considera ahora unos chivatos. Además, ¿quién los necesita si tenemos acomodados a los editores?
Porque ni tan siquiera las multinacionales pueden comprar a todos los medios, todo el tiempo. Especialmente, después del fraccionamiento –o sea libertad- que ha provocado Internet. Contra la prensa independiente de la red el único arma es la calumnia: no hacen más que ‘fake news’. Pero no cuela.
¿Y con los medios que no logremos controlar, sobre todo en Internet? Pues campaña de calumnias: son ‘fake news’
En cualquier caso, se terminó la era de los dircom.
Y el error es tremendo por parte de los grandes empresarios: ahora su imagen y su reputación corporativa no dependerá de los periodistas, sino de los jueces. Y éstos, se lo aseguro, no atienden a razones.