Simón Bolívar, el héroe de Hugo Chávez, en su mensaje de despedida al Congreso, ya independiente de España, aseguraba lo siguiente: “Me permitiréis que mi último acto sea el recomendaros que protejáis la santa religión que profesamos y que es el manantial abundante de la bendiciones del Cielo”.
El Gobierno español de 2020 no celebra la fiesta nacional española del 12 de octubre, seguramente por el coronavirus. Pero ya ni te digo lo de la Fiesta de la Hispanidad.
Y es que las ideas andan confusas. Recordemos que Pablo Morillo, el general de Fernando VII encargado de repeler la independencia de los territorios iberoamericanos, era un volteriano rabioso, orgulloso de su anticlericalismo. Lo digo por esa imagen tontita de torquemadas españoles asolando a los pobres indígenas americanos con sus sermones, o esa otra de ilustrados criollos rebelándose contra los cavernícolas católicos de la metrópoli.
Lo del Día de la Raza no era racismo sino todo lo contrario: era mestizaje
“En México, los tres últimos virreyes, así como cuatro quintas partes de los oficiales españoles, eran masones”, recuerda Ramiro de Maeztu (sí, uno de los grandes intelectuales españoles del siglo XX, asesinado por milicianos socialistas) en su Defensa de la Hispanidad.
Para entendernos, los independentistas eran católicos, también Bolívar -aunque en su juventud entrara en las logias- mientras los oficiales españoles eran los que defendían los principios de la Ilustración, vendida de la misma forma y manera que la venden hoy el progre de derechas Arturo Pérez Reverte: una especie de bombilla que iluminaba, ¡oh maravilla!, las tinieblas clericales.
Una ilustración masónica que, a la postre se concretaba en lo de siempre: arrearle una toba al cura y un salivazo al feligrés comprometido, con el objetivo de imponer el Estado servil capitalista, donde el hombre pasa de hijo de Dios a instrumento de producción.
En definitiva, el factor de disolución del imperio español en América no fue culpa de mestizos y criollos, que habían mamado y hecho suya la fe que los evangelizadores españoles prendieron en ellos. Por cierto, con ese prendimiento les llevaron el progreso material –sí, también al progreso material- de Hispanoamérica. En resumen, otra negación de los tópicos de la Leyenda Negra anti-española que ahora resurge con el Gobierno sociopodemita: En tiempos del imperio español, México o Perú eran tierras más avanzadas que los Estados Unidos.
En 2020, presunta era de postcristianismo, más del 40% de los católicos en el mundo hablan español
No, fue la ilustración liberal -ojo, liberal en filosofía, que no en economía- y el furioso anticlericalismo de los llamados progresistas españoles del dramático siglo XIX, lo que destruyó la a Hispanidad y calumnió a España. Peor el mal estaba dentro.
Justo como ahora mismo. Porque España no puede sobrevivir si se destruyen sus raíces cristianas. Afortunadamente, no es tan sencillo destruir esas raíces. Ni Pedro Sánchez y Carmen Calvo lo conseguirán.
Confianza –fe- en Cristo, idioma español y mestizaje. La única colonización que, en lugar de acabar con la población indígena o meterla en guetos, se mezcló con ella, fue la española. Bueno, y en parte a la portuguesa.
El dominico Alonso de Zamora, un cura experto en alimentar la leyenda negra sobre España en Hispanoamérica, asegura que en Nueva Granada (Colombia, Venezuela, Ecuador, Panamá y la Guayana) habitaban, a primeros del siglo XIX, 390.000 indios, 642.000 criollos y 1.250.000 mestizos. Recuerden: criollo es el nacido en América pero de padres europeos o descendiente solamente de ellos. El mestizo, por el contrario, supone la colonización, gloria de la colonización española, producto de la unión matrimonial entre españoles e indígenas.
Insisto: lo que distingue a la colonización española de la inglesa y la francesa (de la holandesa mejor no hablar) es, precisamente, el mestizaje. En plata, los españoles se casaban con las indígenas en lugar de asesinarlas o esclavizarlos. La Hispanidad es algo grandioso, casi único en la historia.
Pero miren por dónde, el español de hoy de avergüenza de ello.
La hispanidad, comparada con los Estados Unidos anglosajones: elevar a las personas es más difícil que aniquilarlas.
Así que en este Día de la Hispanidad que el Gobierno Sánchez oculta de forma vergonzante conviene aclarar cosillas como esta.
Con Sánchez, ha vuelto la leyenda negra contra España… esta vez más desde dentro que nunca. Es por esto por lo que los tuercebotas de López Obrador o Nicolás Maduro se empeñan en presentarnos como una colonia opresora.
Insisto, hoy más que nunca, la leyenda negra actual procede de los propios españoles, lo que resulta bastante triste. Deberíamos estar orgullosos de la haber cerrado la primera comunidad supranacional del mundo: la hispanidad.
Pero Estados Unidos está más avanzado que la antiguos territorios españoles. Claro, el sistema calvinista no pretendía elevar al indio, le bastaba como eliminarlo y ocupar su lugar o bien esclavizarlo. Pero la Hispanidad se guiaba por el deseo de elevar al indio a la categoría de cristiano, sujeto de derechos ganados por Cristo en la Cruz para todos los creyentes. Y claro, elevar a la persona es más difícil que aniquilarla.
La Hispanidad son tres cosas: Cristo, lengua española y mestizaje. Lo del Día de la Raza no era racismo sino todo lo contrario: era mestizaje. Y esto a lo largo de cuatro siglos, desde el Codicilo de Isabel I de Castilla y las posteriores leyes de indias. España fue la primera potencia europea que identificó a los indígenas de los territorios descubiertos como hijos de Dios.
Aún hoy, en 2020, presunta era de postcristianismo, más del 40% de los católicos en el mundo hablan español.
Eso sí, el invento napoleónico de ‘Latinoamérica’ en sustitución de Hispanoamérica o Iberoamérica, no se puede achacar a la izquierda española. Desgraciadamente, fue la Iglesia la primera que asumió esta mamarrachada napoleónica.
Lo más triste es que muchos, en Iberoamérica, continúan amando a la madre-patria: los españoles no sabemos ni de qué se trata.