Analiza Chesterton las historias que, sobre un mismo personaje, Santa Juana de Arco, abordan Anatole France y Voltaire. Cada uno en su línea: Voltaire, con un sangrante sarcasmo, con referencias sexuales incluidas, acerca de las revelaciones de Juana de Arco; Anatole France, con la fría objetividad de quien no cree en nada y, por tanto no tiene ningún problema en ser respetuoso con todo.
Anatole era un tibio, François-Maríe un cínico. Anatole, indiferente a Dios, Voltaire un auténtico odiador, enfrentado a Cristo.
Pues bien, mucho me temo que Cristo soporta al blasfemo pero no al indiferente. Anatole era un hombre de buenos modales: ¿por qué no iba a respetar a Juana de Arco? Nada más literario que lo místico y para Anatole François Thibault, la santa vidente francesa, encima guerrera, era un personaje, más que una persona, de enorme aprovechamiento narrativo.
Pero Voltaire era mucho más profundo que France. Era muy consciente de lo que significaba la patrona de Francia y por eso sabía que debía atacarla de frente, destrozar su crédito, su prestigio y su honor. Si no terminas con el honor de los cristianos estás engrandeciendo a Cristo.
Y, por supuesto, Voltaire, el miserable cabroncete, resulta mucho más serio y más divertido que el plastita de Anatole.
El mundo actual está lleno de ambos biotipos. El modelo Anatole se me presenta como el más peligroso.