Si no puedes dar la vida, no te apresures a otorgar la muerte. Un sabio aforismo de JRR Tolkien. Y así, conviene recordar hoy, en Domingo de Resurrección, que sólo ha habido un hombre, y sólo un Dios, y sólo un profeta, que haya resucitado por su propio poder y, de paso, que haya resucitado a otros: Cristo. Ni Mahoma, ni Buda, no la fuerzas de la naturaleza, ni la evolución darwinista, ni el panteísmo oriental, ni el positivismo francés consiguieron ni aproximarse. Sólo Cristo. Esto ya da que pensar.
Y el colofón también: en Jerusalén está la única tumba del planeta sin muerto.
En Jerusalén puede visitarse la única tumba del planeta sin muerto
Y claro, no se lo han puesto fácil a nuestro cineasta más exquisito, James Cameron, cuya obsesión vitar consiste en encontrar el cadáver de Cristo. Y en efecto, si lo hubiera hallado la doctrina cristiana hubiera tenido que reescribirse.
Es más, según los últimos rumores Cameron va a aliarse con Dan Brown, otro experto de altos vuelos, introduciendo una variante en su muy científica investigación: aparecerán los dos cadáveres, el de Jesucristo y el de María Magdalena, lo que demostrará que tuvieron una aventura sexual y que, además, María Magdalena era la jefaza del Priorato del Sión y Cristo un alumno precuela de la secta de los ‘illuminati’, no confundir con los templarios aunque también andaban por allí cerca.. Y ambos naturalmente, hinchas de Barça reencarnados en el muy ‘hipster’ defensa, Gerard Piqué.
Nietzsche, que tenía su propio cerebro, mientras Cameron y Brown apenas suman medio, y que, además, era un poquito cabrón, aseguraba que no veía a los católicos con cara de resucitados. Lo cual no dice nada contra la religión católica pero mucho contra los católicos que, en verdad, exhiben unas expresiones que no parecen mostrar su creencia en el único Dios, único hombre capaz de resucitar.
Si eres triste, no eres cristiano
Un sacerdote amigo, con muchos años de mili a sus espaldas, me dijo que, en cierta ocasión, en el metro, decidió exhibir una sonrisa amplia, generosa. A los 30 segundos caras hostiles se formulaban preguntas de este jaez: “¿no se estará riendo de mí ese clerizonte?”. O bien: ¿de qué se ríe este tío, con lo dura que es la vida? Debe tratarse de un loco”. “Sin duda, se trata de un cura corrupto, probablemente pedófilo”.
Pues un cristiano tiene la obligación de exhibir, permanentemente, una sonrisa de oreja a oreja, por un Cristo que ha resucitado y, con ello, nos concede nuestra propia resurrección. Nuestro espíritu no resucitará, simplemente porque no muere. Nuestro cuerpo sí, pero será cuerpo glorioso, no sujeto, al menos no como en esta vida, a las terrible cadenas que nos impone el espacio y el tiempo. No sujeto, por tanto a enfermedad o decrepitud.
Dicho de otra forma, el único anhelo del católico debería ser morir, para poder resucitar a una vida mejor. Dios dirá cuándo, pero nuestra situación natural debe ser la de mantener este deseo.
Porque el cristiano ha sido creado para la resurrección: para la eternidad
Y el capullete de Nietzsche… pues resulta que tiene razón en su incomprensión respecto a los cristianos, que no tenemos cara de resucitados. Porque, para entendernos, un cristiano triste constituye un insulto al hecho histórico de la Resurrección, cuyo mensaje a cada hombre es el siguiente: eres un superhombre, llamado a ser ciudadanos del Cielo, de la civilización del amor, sólo apta para los más fuertes.
Mensaje al que no tengo nada que añadir, Bueno sí, quizás esta maldad: el superhombre no era Nietszche, era Cristo, y bien se le puede adjudicar al filósofo el aforismo binario que alguien le atribuyó al prusiano:
1.Dios ha muerto. Firmado Nietszche.
2.Nietszche ha muerto. Firmado: Good.