Mientras estudiantes a lo ancho del mundo enfrentan dificultades para continuar su educación en medio de la pandemia -según denuncia Friday Fax- el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) , conocido como fondo de despoblación, ha publicado un documento orientador para asegurarse de que reciban la controvertida educación sexual de la ONU, dondequiera que estén.
¿Y qué se entiende por 'educación sexual'? Pues eso que está usted pensando. La orientación contiene largas secciones dedicadas a la orientación sexual y la identidad de género, y aunque reconoce la “ausencia de amplia literatura” acerca de la educación sexual para niños que se identifican como transgénero, basa sus recomendaciones en entrevistas con miembros de organizaciones transgénero.
Basándose en estas conversaciones, UNFPA exige diagramas anatómicos “inclusivos” que no estén etiquetados como masculinos o femeninos y en los que las “partes del cuerpo no deberían ser asignadas a un género”. Si es posible, la orientación urge a sus facilitadores a “sensibilizar a los padres acerca de la identidad de género”.
Es el mismo tipo de enseñanzas que quiere imponer la ministra de Educación con la 'ley Celaá'. Y alguien si alguien se atreve a rechazar estos contenidos, demanda y riesgo de cárcel de hasta 4 años, por delito de odio.
La orientación que propone la ONU también se refiere a la entrega de “educación integral de la sexualidad” a prostitutas infantiles. Aunque reconoce que la prostitución bajo los 18 años de edad se considera explotación independientemente de la voluntad del niño, también insiste en que “el trabajo sexual es sexo consentido entre adultos”. Sus recomendaciones están, por tanto, dirigidas a mayores de 18 años, aun cuando “los desafíos legales, políticos y éticos” de entregar el controvertido programa a menores prostituidos “no debieran… ser usados como una justificación para impedir a los jóvenes menores de 18 que accedan a información, prevención y servicios de salud”.
La guía de la UNESCO sobre educación sexual de 2018 controvertidamente promovía enseñar a los niños, ya desde los cinco años de edad, que el género es un constructo social, y promovía estructuras familiares “no tradicionales”, además de poner fuerte énfasis en los derechos LGTBQ+. Digno de nota es que también exigía que el programa fuera obligatorio en las escuelas.