Lo cuenta su paisano, Javier Ibarra. Las gélidas noches de invierno un fantasma se pasa por los jardines de la Casa Tangora, en Neguri, el residencial bilbaíno, donde vive doña Isabel Celaá, ministra de educación y portavoz del Gobierno Sánchez. Pero no es el fantasma de Franco que aterroriza Moncloa, sino Chominchu, el heladero que, allí mismo, ante la residencia de doña Isabel, tenía un puesto de helados y murió fulminado por un rayo. Cuentan los cronistas de aparecidos políticos que Chominchu se pasea, con un helado en la mano y en la otra, oh sorpresa, una imagen del Sagrado Corazón de Jesús.
Y esto es bello e instructivo porque Celaá, una señora elegante de Neguri, prepara la ley de educación más cristófoba que se recuerda, Eso sí, con muy buenos modales.
Celaá fue alumna del Colegio del Sagrado Corazón de Bilbao, la única alumna que luego se quedaría como profesora de Filosofía, supongo que de filosofía krausista. Ya saben, ese engañabobos teutón, solemne memez de que Dios es creador y creado, inmanente y trascendente, todo a un tiempo, y que permite a los krausistas creer en un Dios al que no se puede amar, ni tan siquiera tratar. Idónea para ateos que quieran dar clase en un centro católico.
Y que nadie repita curso. El progresismo se opone a la meritocracia
Pues bien, es ahora doña Isabel Celaá la que prepara una ley educativa, la del Gobierno Sánchez, basada en dos principios para educar a los alumnos:
1. Nunca les hables de Cristo a los niños. Recuerda que, para el materialismo práctico, resulta mucho más útil un adiós que un contradiós. Porque puede ocurrir lo que le ocurrió al joven agnóstico Chesterton: cuanto más leía a los ateos militantes acusar a la Iglesia de Roma, cuantos más argumentos peregrinos escuchaba de sus pares… más tentaciones tenía de convertirse al cristianismo: “Yo estaba aterrado”, confiesa.
Sencillamente, Celaá pretende la religión fuera del cole, sustituida por ese krausismo de la solidaridad entre los hombres, la fuerza vital, la energía que mueve el planeta y, si no tuvieran miedo a mostrar su ridículo al mundo, la Pachamama de Evo Morales. Lo de Celaá es educación atea pero con mucho etilo neguriniano.
2. Que ningún alumno repita curso. Eso sería un fracaso y los fracasos no se abordan con correcciones y soluciones, sino ocultándolos bajo tierra. Celaá es partidaria de no exigir mucho a los niños. Pueden necesitar del psicólogo. Ya sabemos que el progresismo es lo contrario de la meritocracia.
¿Enseñarán Celaá y el espectro de Chuminchu a los impúberes españoles los pormenores del sexo oral y el coito anal?
Así que… prepárense para la ley que viene. Por cierto, se me olvidaba, se minusvalora Religión pero no Ética: Dios fuera de las aulas pero no distingo entre el bien y el mal, ya saben ustedes que la progresía presenta una inenarrable tendencia hacia el moralismo. Todo esto recuerda a la famosa frase de Dostoyevski: "Si no hay Dios no existe, todo está permitido". Todo salvo el delito fiscal, naturalmente, que es el que interesa al Gobierno. En cualquier caso, la zapaterina Educación para la Ciudadanía volverá a las aulas. Que lo les pase nada a nuestros hijos. ¿Enseñarán Celaá y el espectro de Chominchu a los impúberes españoles los pormenores del sexo oral y el coito anal? Todo sea por los valores cívicos.
Y la pregunta es: ¿por qué Chominchu se pasea delante de Casa Tangora con una imagen del Sagrado Corazón de Jesús? ¡Ay, Isabel!