El cómico Vladímir Zelenski se ha convertido en el nuevo presidente de Ucrania. Ha barrido a toda la clase política ‘habitual’, es decir a la oligarquía que gobierna el país desde el fin de la URSS y, atención, es el único líder ucraniano que no proviene de las Juventudes comunistas. O sea, soviéticas.
Porque, esa es otra: ni el populismo es lo mismo en todos los países, ni lo es el sistema. Lo que si es cierto es que el Sistema, por otros conocido como oligarquía de partidos, se ha convertido en una clase política a la que nadie aguanta: ni a los de izquierdas ni a los de derechas. Por eso surgen los indignados, de izquierdas y de derechas y votan a un comigo llamado Zelenski para presidente de la nación. La frase que resume el pensamiento de los ucranianos es: Peor que lo que tenemos, no puede ser. Por tanto, voto a lo nuevo, aunque no sepa ni lo que voto.
El populismo no es lo mismo en todos los sitios. El sistema que se opone al populismo, tampoco. A Zelenski le llaman anti-sistema, mientras él califica a sus contrarios, sobre todo a Petro Poroshenko, como oligarcas del poder. Y ambos tiene razón.
Los políticos se hacen todas las preguntan menos una: ¿por qué los demócratas votan populismo? A lo mejor, es que no están hartos del sistema, sino de los políticos
Por ejemplo, en España se llamaba populista a Podemos -los indignados ante “la casta”- hasta que entró en el Sistema. Entonces ya es “de los nuestros”, un partido de orden, buena gente.
Ahora se llama populista a Vox, aunque en España el insulto más habitual a la formación verde sigue siendo ultraderechista. Si no acaba con el sistema y pasa a formar parte de él, también será “de los nuestros”.
Lo curioso es que acerca del populismo, los políticos se hacen todas las preguntas menos una: ¿Por qué los demócratas votan populismo? A lo mejor es que no están hartos del sistema, sino de ellos.