- Se acusa a todos los nombramientos de Trump de racistas.
- Pero no se acusaba a Hillary de infanticida.
- La progresía necesitaba un valor moral, dado que había laminado los valores cristianos.
- En especial, el derecho a la vida.
- Habrá que insistir: Estados Unidos vive un golpe de Estado civil.
- Y se acentúa el doble divorcio: entre prensa y público y entre políticos y ciudadanos.
- Con la campaña que ha sufrido Donald Trump, y a pesar de ello ha ganado, nadie puede dudar de que la opinión publicada va por un lado y la opinión pública por otro.
La nueva era que se ha abierto en Estados Unidos con el afortunado patán
Donald Trump, ha servido para que la progresía global mude de piel. De piel terminológica, más que conceptual, naturalmente, que a más no llega el progresismo.
Y todo esto en medio de
un golpe de Estado civil del
Nuevo Orden Mundial (NOM) contra el vencedor de unas elecciones, como nunca se había visto en la primera potencia del mundo.
En concreto:
los titulares de toda la prensa occidental, escocidos por su clamoroso fracaso al predecir el triunfo de
Hillary Clinton están colaborando en el antidemocrático golpe de Estado civil y pintado al ganador como un racista que hace nombramientos
xenófobos, homófobos, islamófobos y, en general, extremistas y muy peligrosos.
Pero el insulto, o catalogación, que más éxito ha tenido es el de racista. Corre paralelo al proceso por el que el progresismo, es decir, el
Nuevo Orden Mundial (NOM), tras laminar los valores cristianos, necesitaba nuevos valores que ofrecer y los ha encontrado en el racismo,
concepto bastante equívoco pero que se vende de maravilla. Y así, se califica a Donald de racista pero no a Hillary,
campeona mundial del aborto, de infanticida. Y es que el racismo se ha convertido en la nueva bandera del NOM y de la
progresía mundial. Quizás, claro, para apuntalar a la nueva candidata del NOM a la Casa Blanca, doña
Michelle Obama.
Estados Unidos puede tirar de historia, de democracia asentada, para aguantar el tirón del NOM
y que Trump jure como presidente, que es lo legítimo. Y también debe elevar sus preces para que el nuevo presidente opte por secretarios cristianos y no por meros conservadores.
Pero
hay una herida que ya se ha declarado abierta con los comicios norteamericanos: el
doble divorcio entre la clase dirigente y los ciudadanos y entre la prensa y sus electores. Y por prensa, naturalmente, entendemos todo tipo de medios,
cada día más alejados de su público.
Porque con la campaña en contra que ha sufrido
Donald Trump, y a pesar de ello ha ganado, nadie puede dudar de que la opinión publicada va por un lado y la opinión pública por otro.
Y no es un problema pequeño.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com