El prepósito general de la Compañía de Jesús, el venezolano Arturo Sosa (en la imagen), probablemente tenga razón: sí, hay católicos -el los califica de ultraconservadores- que estarían deseando una dimisión del Papa Francisco.
No tiene razón cuando habla de que los tales ‘ultras’ quien subvertir el Concilio Vaticano II. Primero, porque es un tópico como una casa, y segundo, porque los tales ‘ultras’, es decir, los tradicionalistas, están perfectamente entroncados en/con el Concilio Vaticano II. Fíjense si lo están, que los católicos tradicionalistas son de los pocos que se han leído las Constituciones Dogmáticas del Vaticano II.
El jesuita Arturo Sosa no sabe el camino pero acierta en el destino, tiene razón sobre lo que puede ocurrir pero no sabe por qué la tiene
Pero sí, la confusión viene por todo lo que ha sucedido en este lustro del Papado de Francisco -insisto, es un buen Papa-, un Pontífice que ha marcado una distancia sideral entre él y su imagen pública. Ocurre con todos los papas, cierto, pero con este se han pulverizado todas las marcas, porque, desde un primer momento, ya antes de su elección, ha sido un Papa secuestrado. Bueno, secuestrada su palabra.
Para entendernos. A San Juan Pablo II o a Benedicto XVI se les insultaba. Pero no se les censuraba ni manipulaba, como a Francisco, introduciendo los juicios sobre Bergoglio en el recipiente de sus prejuicios. Y no lo duden: el juicio final sobre su persona y su mensaje tiene la exacta forma del recipiente utilizado.
Y sí, es muy posible que los ortodoxos, con toda su buena intención, aunque con algún kilo de soberbia, crean que echar a Francisco, conseguir su dimisión, puede ser una solución a la pavorosa crisis que sufre la Iglesia. Con toda su buena intención, es lo que les niega el prepósito de los jesuitas sin saber ni de qué, ni de quiénes está hablando.
A lo peor, los tradicionalistas, en su afán anti-Francisco, les preparan el camino a los progres. Y estos son mucho más peligrosos
Ahora bien, Sosa no sabe el camino pero, por casualidad, sí acierta en el destino. No sólo es posible que suceda lo que él aventura, sino que encima, la ‘arremetida’ tradicionalista, seguramente no preparada, pero sí producto de la coincidencia de muchas voluntades, cometa uno de los mayores errores de la historia: cambiar a un Papa bueno, con todos sus defectos y errores, que sin duda los tiene, para obtener uno malo y peor.
Por decirlo en jerga periodística: en ese caso, los conservadores le habrán hecho el juego a los clérigos progres, a los de la cáscara amarga. Y estos sí que son peligrosos.
Si los jesuitas han dejado de creer en el demonio también han dejado de ser católicos. ¡Nooooooooo!
Sería una trágica estafa a los ortodoxos, producto de cierto orgullo espiritual que anida en algunos corazones repletos… de buenas intenciones.
Pero, en cualquier caso, el padre Sosa, insiste, pertinaz, en “épater le bourgeois”. Buena prueba de ello es la segunda ‘grossem chorradem’ del padre Sosa: el demonio no existe. En mi opinión, mejor haría el general en buscar vocaciones para su orden, en peligro de consunción, y dejar de lado su soberana, novedosísima y originalísima afirmación de que el diablo es un símbolo del mal.
¿Y todo esto va a ocurrir? Pues a lo mejor sí o a lo mejor no. La historia no es más que la combinación de Providencia divina y libertad humana. Esta segunda resulta bastante imprevisible.