“Los hombres que no amaban a las mujeres” era el título de un libro que tiene mucho que ver (el título, no el contenido) con una tendencia que me parece cada vez más preocupante.
El humorista Wodehouse aseguraba que la felicidad de un hombre consiste en saber alejarse de las mujeres, mientras Carmen Posadas aseguraba recientemente que “como sigamos así, van a pensar que estamos todas locas”. No es un análisis fuera de la realidad.
El asunto es este: era esperable que el coñazo feminista provocara un hartazgo en el varón.
Dejo a un lado -y es mucho dejar- los presupuestos más preocupantes del feminismo (aborto y odio a la maternidad). Me quedo con el hecho plausible de que el Boletín Oficial del Estado (BOE) y, sobre todo, el Código Penal asegura que la mujer es pluscuamperfecta y el hombre por el hecho de serlo, es un peligroso depredador. El coñazo feminista es importante cuando se expresa en redes públicas, pero llevadero. Lo que resulta casi imposible de solventar es las continuas reclamaciones en el ámbito doméstico.
La ley contra la violencia de género es tan injusta con el varón que ha provocado más violencia contra la mujer
El virus feminista solo ha traído derecho al aborto (derecho a que una madre a matar a su propio hijo en sus propias entrañas) y la aversión a la maternidad. Esto es tanto como decir que también hay mujeres que no aman a los hombres y que la lucha entre sexos parece estar alcanzando cotas peligrosas.
El feminismo, aliado con el poder, convierte la injusticia en ley coactiva. Y el hombre se rebela. Además, a la postre será la mujer la que sale perdiendo. Recuerden que la ley contra la violencia de género es tan injusta con el varón que ha provocado más violencia de género contra la mujer.
Y entonces surge –lógico- el más repugnante de los varones: el que no ama a la mujer, sino solo la utiliza como un objeto para su conveniencia.