Probablemente uno de los principales errores que se cometieron en el proceso del calificado como “no rescate” del sector financiero, fue el rescate en sí mismo. Probablemente, eliminar los incentivos negativos de la fórmula conlleva pervertir la actividad empresarial y permitir barra libre a los comportamientos inadecuados, trasladando los costes de la pérdida a la sociedad y a las arcas públicas. Y probablemente más de uno nos dirá que el coste de la quiebra del sistema financiero habría sido dramático con un coste social brutal. Pero es probable que dicho coste hubiera sido inferior a la tortura de capitalizar las pérdidas que aún hoy nos advierte el auditor del FROB de las cuentas anuales del ejercicio 2018.
Sus fondos propios negativos a 31 de diciembre de 2018 se elevan a 469.485.000 euros, lo que no impide la continuidad de sus actividades dado el respaldo del Estado, dado que la Ley 11/2015 prevé que los fondos propios se pueden incrementar, en su caso, a través de la capitalización de préstamos, créditos o cualquier otra operación de endeudamiento del FROB en las que la Administración General del Estado figure como acreedora. En este sentido, cualquier contrato de préstamo entre el Estado Español y el FROB permite la transformación parcial o total de dicho préstamo en aportación patrimonial al FROB. ¡Y tan tranquilo se queda el auditor! Claro, con él no va la fiesta, sólo debe esperar a que contemos con un nuevo gobierno, en este caso multicolor, para haber encontrado un factor mitigante de la duda sobre la aplicación del principio de gestión continuada. Lo contrario habría sido más interesante: aplicar criterios de liquidación en las cuentas anuales del último ejercicio. Todo un acierto, probablemente. Pero claro, sería un acierto liberal, y el horno no está para ello. Dos elecciones seguidas han dejado al Estado envalentonado en su papel protector.
A estas alturas nos queda la duda de si los 4 millones gastados en personal representan alguna utilidad
Con toda probabilidad, el análisis de las cuentas anuales del año anterior resulta de lo más interesante. Un resultado negativo de 904.759.000 euros derivado de un exiguo importe neto de la cifra de negocios de 18.395.000 para un activo total de más de diez mil millones es algo para poner nota, pero de las malas, incluso negativas, aunque las actas no lo permitan. Este resultado queda explicado por el importante papel de la rúbrica financiera, negativa en 798.402.000 euros, consecuencia del deterioro y resultado por enajenaciones de instrumentos financieros por un valor total de 679.010.000 euros. A estas alturas nos queda la duda de si los 4 millones gastados en personal representan alguna utilidad o, si por el contrario, son sólo una mancha más en su cuenta de pérdidas y ganancias.
Consideren que las cifras comparables del ejercicio anterior, a lo largo del año 2017, siguen una línea similar, y pese que en alguna medida las cifras mejoran ligeramente, no permiten calcular porcentajes que nos sirvan de bálsamo de fierabrás para dormir más tranquilos. Y dormir más tranquilos, porque recuerden, esta fiesta la pagan ustedes, por socializar las pérdidas y capitalizar pasivos. Y en este sentido, un pasivo total no corriente por valor de 11.108.331.000 euros, con todas sus cifras, un 1% del PIB más o menos, no se va a notar mucho en las arcas públicas. Total, ya está aportado y sólo convertimos a los contribuyentes en socios de una entidad quebrada, una entidad para concursarla con todas sus cifras.
Claro, si a todo esto le unimos que el FROB da por cerrado el proceso de reestructuración del sector financiero, que por ahora se valora en 49.876,7 millones de euros a las arcas públicas, ya todo parece poco. Recuperar 5.911 millones, más 3.084,3 millones procedentes de Bankia no es un éxito, sobre todo si las expectativas de la evolución y desinversión final de las participadas del FROB (BFA/Bankia con BMN y Sareb) tampoco son nada halagüeñas. De Sareb, la posibilidad de recuperar los 2.192 millones invertidos es escasa; de Bankia, si la mantienen nacionalizada, tampoco mucho más.
Por ello, si alguien me pregunta, como lo han hecho, si los 50.000 millones son criticables, probablemente debería decir que sí, que mucho. Porque, al fin y al cabo, a esta descomunal cifra, habría que sumarle las aportaciones de la propia banca, que derivaron, como en su momento nos dijo el Banco de España, a un total de 64.953 millones que nunca se recuperarán. Y sí, me parece una barbaridad, sobre todo porque forma parte del saldo de la deuda que sus hijos tendrán que pagar.