El esposo de la infanta Cristina, Iñaki Urdangarin, fue condenado a cinco años y diez meses de cárcel por delitos de malversación, prevaricación, fraude a la Administración, dos delitos fiscales y tráfico de influencias en el caso Nóos. Lleva en la cárcel de Ávila desde junio de 2018.
Eso sí: a los dos meses de entrar en prisión, el también cuñado del rey logró el segundo grado penitenciario. ¿Qué quiere decir eso? Que podría tener un primer permiso al cumplir la cuarta parte de la condena (a partir del próximo 28 de noviembre).
Pues bien: hoy se ha sabido que el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria 1 de Castilla y León permitirá a Urdangarin salir dos días a la semana durante ocho horas a una institución para llevar a cabo una labor de voluntariado en un centro de discapacitados y evitar así la "desocialización" que comporta la soledad del interno. El juzgado lo ha hecho "al amparo del Reglamento Penitenciario, sin cuestionar su clasificación en segundo grado".
La decisión del juzgado ha sido en contra de la opinión del Ministerio Fiscal, por cierto.
La cuestión es: ¿ha tenido trato de favor o no? ¿Se permite a otros presos disfrutar de lo mismo para evitar su “desocialización”?