• Wall Street refleja la nueva política económica. Por eso, el Dow Jones ha pasado de 17.888 puntos, hace cuatro meses, a casi 21.000.
  • Y a eso se une el papel de la política monetaria de la Reserva Federal y las próximas subidas de tipos.
  • Otra cosa es el ritmo, muy lento hasta ahora; de ahí que los mercados esperen al mensaje de Yellen.
  • Los analistas se han quedado con lo negativo del proteccionismo, pero los inversores ven lo positivo en la economía.
Antes de Trump, el índice Dow Jones, principal referencia de Wall Street, estaba en 17.888 puntos. Después, tras la victoria del republicano, la toma de posesión y la progresiva concreción de sus medidas económica, el incide está a casi 21.000 puntos, cota que superó el pasado 1 de marzo, tras el primer discurso del presidente en el Congreso. Y lo mismo cabe decir de otros índices de referencia como el Standard & Poors 500 o el tecnológico Nasdaq. La conclusión llega por sí misma: al mundo del dinero ahora sí le gusta Trump, al margen de su discurso político -que disgusta sobre todo a eso, políticos-, y al margen del pesimismo de los analistas bursátiles -con otros ángulos que los analistas macro- que habían incidido, básicamente en los peligros del proteccionismo económico. Las empresas más críticas, como las tecnológicas (Facebook, Apple, Google o Amazon) o el automóvil, se han plegado a las exigencias de Trump. Lo que cotiza en Wall Street -bolsa industrial, a diferencia de la City de Londres, más financiera, y por tanto más especulativa-, es la economía real. Y las proyecciones sobre esa economía real, en este caso americana, son buenas, como muestran los datos del paro, que ha caído al 4,7% tras a creación de 235.000 empleos en febrero. La tendencia se apoya también en el discurso sobre la subida de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal. Claro que ni lo anterior ni los tipos han llegado hace dos días. Desde hace un año de daba por seguro un cambio de tendencia en la política monetaria. Otra cosa es el ritmo, lentísimo, como prueba que después de dos subidas, sigan por debajo del 1%. Eso sí, la Fed, como señalábamos el viernes, se ha adelantado a Draghi, que reacciona tarde y mal. La Fed empieza mañana la reunión de dos días para decidir una nueva subida de los tipos oficiales, y la medida sigue al informe con buenos datos de empleo del viernes pasado. Por tanto, la sorpresa estaría en que no subiera los tipos. Otra cosa es el mensaje de Janet Yellen, presidenta de la Reserva Federal, que dará pistas sobre nuevas subidas y, sobre todo, en qué plazo. Pero la Fed tiene en cuenta a su vez la política presupuestaria de Trump, que apunta a los estímulos económicos, en la línea de su mensaje a la Cámara de Representantes. Más gasto, como apunta Trump, es igual a más déficit, razón para endurecer la política monetaria. Lo que muestra la escalada de Wall Street es que, al final, el mundo del dinero se ha quedado con la parte positiva de la nueva política económica americana, mientras ha dejado en compás de espera la parte negativa. La parte positiva va a juego con el American fist que entonó Trump en su primer discurso tras ser nombrado presidente en enero. Son las infraestructuras, la repatriación de la industria estadounidense o la rebaja de impuestos -que mejorará la cifra del empleo e ingresos de las familias, factores todos ellos que apoyan el desarrollo económico. La parte menos amable es el efecto en el resto de las economías, que de momento no cotiza en Wall Street y que es prematuro medir, al menos de momento. Una cosa es clara: si EEUU es la primera potencia se supone que querrá seguir beneficiando de serla. El proteccionismo tiene un frente débil: las guerras comerciales. En otras palabras, que otras áreas contesten con la misma o aprovechen para ocupar el espacio que sea abre (Mercosur y la Unión Europea, por ejemplo). Claro que eso se puede trasladar, a su vez, a la propia industria americana en forma de merma de beneficios de sus empresas las empresas americanas o en perjuicio de los trabajadores estadounidenses. Rafael Esparza