El Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha decidido que Fernando Ferrín Calamita no podrá jubilarse de juez. Le condenaron por prevaricación hace 12 años porque intentó valorar si una niña debía ser criada y educada por dos lesbianas, su madre biológica y su pareja.
Fue condenado y ha pasado 10 años de inhabilitación, en medio de una campaña de grupos feministas, del colectivo LGTBI y de varios medios de comunicación y de sus enemigos en la judicatura.
Pormenorizada, la historia del ensañamiento tiene varios niveles: fue el CGPJ el que, cumplida la pena de inhabilitación especial de diez años, y solicitado el reingreso en la carrera judicial, se lo deniega. Ferrín recurrió en vía contencioso-administrativa y es el Tribunal Supremo el que acaba de confirmar la resolución del CGPJ.
Curioso porque en un caso muy similar, por no decir idéntico (el del ex juez de Familia de Sevilla Francisco Serrano, actualmente diputado en el Parlamento andaluz) la misma Sala del TS revocó el inicial acuerdo denegatorio del CGPJ y le permitió su reingreso… aunque ahora está en situación de servicios especiales, por su paso a la política de la mano de Vox.
Ferrín Calamita se ha convertido así en la enseña de coherencia, aunque incluso muchos juristas católicos, a lo mejor señalados por esa coherencia del juez, miraran hacia otro lado e incluso se revolvieran contra él.
Pues bien, el ensañamiento continúa: no volverá a ser juez. Además de la ruina económica y profesional que le ha supuesto, ahora se le da la puntilla para herirle en lo que le queda: su reputación personal.
Eso sí, su conciencia está muy tranquila y Fernando Ferrín es un ejemplo para todos.
Vamos con los fundamentos (Ver documento adjunto): el Supremo ha decidido que, cumplida su pena, tampoco puede volver a ser juez. Vamos, que no se jubilará como juez. Ahora bien, sólo se pierde la condición de juez por renuncia voluntaria, por pérdida de la nacionalidad española y por condena por delito doloso que lleve consigo pena privativa de libertad.
La prevaricación es dolosa pero no conlleva privación de libertad. Entonces, ¿a qué viene que, terminada su pena, no se le permitía a Ferrín jubilarse como juez?
Insisto: ensañamiento políticamente correcto. Un ensañamiento derivado de su condición de cristiano. Para muchos, cristianos o no, la fe debe recluirse en la conciencia personal de cada uno.
Ya saben, cuando se entra en el Parlamento, en el juzgado o en la redacción hay que dejar el sombrero en el perchero, pero no la cabeza.